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El humanismo digital en la Agenda 2030

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El procesamiento de datos y la necesidad de adoptar diversas tecnologías digitales para poder utilizarlos productivamente son un denominador común de nuestra sociedad contemporánea. Esto que se conoce como la gran revolución digital tiene una presencia generalizada en nuestras acciones cotidianas. En el marco de la gestión por la sostenibilidad global, los ODS 2030 suscritos y propuestos por Naciones Unidas en 2015 incorpora este componente, pero no lo hace de manera generalizada, por el constante advenimiento de nuevas realidades y mayores desafíos, en especial, después de la última pandemia que estamos viviendo.

Es aquí donde entra la cuestión de cuánto debemos hacer para incorporar la digitalización como un bien colectivo común. Visto así la digitalización y la necesidad de estar conectados deben ser servicios públicos garantizados y accesibles a todos los ciudadanos del planeta, para no dejar a nadie atrás. No debemos permitir que esta actividad se constituya en un nuevo elemento de discriminación y exclusión social.

Es cierto que desde diversos foros multinacionales como el G20, el Banco Mundial y la propia Comisión Europea ya se viene discutiendo este asunto para permitir que el acceso a internet sea universal y que tenga la misma calidad en todos los ámbitos del orbe. Pero aún sigue siendo un desafío descomunal. Es aquí donde se está revisando y fortaleciendo la dimensión tecnológica en la Agenda 2030 de los ODS, con la finalidad de que se incorpore en ello y sea vinculante en los planes de los distintos países del mundo.

Lo que debemos hacer, desde nuestras naciones, es integrar la digitalización en las diversas políticas de desarrollo central y regional. Para ello el soporte financiero para nuevas infraestructuras y capacidades es estructural. En Europa, esto se está considerando en los diversos esquemas de financiamiento del Nuevo Pacto Verde, con el programa Next Generation, pero el humanismo digital debería de verse con varias estrategias y acciones, que están recogidos por la Agenda 2030.

Sin embargo, estas estrategias y acciones aún no están implementadas en la práctica por una serie de carencias o infraestructuras, por ejemplo, ya que no todas las personas tienen acceso a internet.Los datos que tenemos actualmente señalan que únicamente el 60% de la población mundial tiene acceso a internet. Por lo cual, si el humanismo digital trata de poner la digitalización al servicio de las personas, podemos observar que existe un gran desafío global. En primer lugar, está el tema de la democratización en cuanto al acceso.

Si no hay acceso por carencia de infraestructuras ya tenemos un primer gran problema. En segundo lugar, tenemos las políticas públicas para abordar el tema desde una nueva normativa. Aquí se está avanzando de manera importante, pero muy desigual, en distintas partes del orbe.

En tercer lugar, está el asunto de las nuevas capacidades. Aquí el tema es más serio aún debido a que las nuevas evaluaciones para acceso a oportunidades laborales incorporan nuevas competencias digitales que aún no están del todo democratizadas por falta de acceso a ellas. En síntesis, creo que el humanismo digital tiene que ver con el enfoque de derechos.

Lamentablemente no todos tienen acceso a la conectividad y a sus herramientas. Ello se ha visto de manera alarmante en estos últimos años de la pandemia en cuanto a los temas de educación de los niños y jóvenes que no tienen internet u ordenadores para seguir con sus clases en remoto. No todos los niños que iban a sus hogares tenían acceso a internet, y los que sí tenían acceso a internet, no tenían acceso a un ordenador para lograr continuar sus clases de manera remota.

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