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El Cosmos y la evolución del cerebro humano
Hay personas que a pesar de que durante toda su vida han sido grandes científicos, se empeñan en una idea y la mantienen hasta el final de sus días, y cuando ya no están entre nosotros se demuestra que no solo sus ideas estaban equivocadas, sino que han hecho el más grande de los ridículos, aunque por suerte para ellos ya no pueden esconder la cabeza bajo el ala. Este fue el caso del fisiólogo y experto en anatomía alemán Theodor von Bischoff, profesor de universidad que a finales del siglo XIX estudió la diferencia entre los cerebros del hombre y de la mujer. Al terminar sus investigaciones llegó a la conclusión de que el cerebro masculino pesaba una media de 1.350 gramos y el femenino no llegaba a los 1.250 gramos.
Este investigador concluyó que esta diferencia de peso suponía la superioridad intelectual del hombre frente a la mujer. Von Bischoff defendió esta tesis machista hasta su muerte, dando su propio cerebro para la ciencia. ¡El análisis que se hizo del cerebro de Theodor indicó que pesaba 1.245 gramos! Desde los australopitecos o grandes primates, el cerebro no ha parado de aumentar de peso.
Desde el homo africanus hasta el homo sapiens, es decir, en 3 millones de años, el cerebro ha pasado de 500 gr a 1.400 gr, ¡un aumento de casi 1 kilo! ¿Qué ha pasado para que en tan poco tiempo de evolución se haya dado este sorprendente fenómeno en el cerebro? Esta es la pregunta más intrigante sobre la evolución del cerebro humano.Mientras todo esto ocurría, nuestra estrella madre y todo su sistema planetario hizo un giro de solamente 4 grados de los 360 que hay que hacer para realizar una vuelta entera al centro de nuestra galaxia. El Sistema Solar gira alrededor del centro de la Vía Láctea con una velocidad media de 800.000 kilómetros por hora. El tiempo que tarda en hacer toda una vuelta es de unos 234 millones de años, por lo que, desde su nacimiento, el Sol únicamente ha tenido tiempo de dar diecinueve vueltas completas a la Galaxia y ahora estamos por la mitad de la vigésima.
Este ha sido el escenario astronómico en el que nuestra estrella ha cedido a la Tierra la energía necesaria para la evolución, procedente de las reacciones nucleares de fusión del hidrógeno que tienen lugar en su interior. La última vez que nuestro planeta, de 4.500 millones de años, estuvo en este mismo lugar, los continentes estaban dispuestos de forma diferente, los dinosaurios acababan de aparecer y los mamíferos todavía tenían que evolucionar.La Vía Láctea forma parte de un pequeño grupo de 27 galaxias llamado Grupo Local, ya que las grandes agrupaciones de estrellas en el universo en expansión tienen tendencia a agruparse y estructurarse en racimos de galaxias, siendo el Grupo Local uno de los más pequeños. De nuestros vecinos galácticos hay una estructura en forma de espiral, la galaxia de Andrómeda, que junto a la Vía Láctea casi tienen el 90% de toda la masa del grupo.
El resto son muy pequeñas en comparación con las dos anteriores, como es el caso de la Galaxia del Triángulo o las dos Nubes de Magallanes, visibles desde el hemisferio sur.Este verano todos tendríamos que ver nuestra galaxia a simple vista y saber lo que estamos viendo. La mejor época para verla desde Lleida y comarcas es de hoy mismo hasta finales de agosto. La Vía Láctea es nuestra galaxia, donde se halla nuestro Sistema Solar y desde donde podemos ver algunas de sus estrellas más brillantes.
La podemos localizar en el cielo nocturno al ver una forma nebulosa con una luminosidad muy frágil y que va de horizonte a horizonte, aunque para poder verla hemos de tener presente 5 condiciones:- Salir de ciudades, pueblos y zonas iluminadas a fin de evitar la contaminación lumínica. El cielo ha de ser lo más negro posible.- El cielo ha de estar exento de nubes.- Hemos de mirar cuando la Luna esté en fase de nueva, es decir, que no la veamos en el cielo.- Antes de mirar, mantenerse a oscuras durante un cuarto de hora, a fin de aumentar nuestra agudeza visual y disponer de nuestras pupilas completamente dilatadas.- Y después mucha suerte, y pensar en lo que estamos viendo, pensar que estamos viendo el perfil de nuestra galaxia, que estamos en uno de sus brazos espirales externos y que viajamos alrededor del agujero negro supermasivo que hay en su núcleo a gran velocidad. Pero volvamos a nuestro Sol, la estrella que está en uno de los brazos espirales de la galaxia, junto con el sistema de planetas a los que obliga a girar.
La Tierra y nosotros con ella viajamos cada día de un lado al otro por su rotación, cada año damos una vuelta al Sol y con algo más de dos centenas de millones de años damos una vuelta al centro de la Vía Láctea, pero en todo este recorrido, desde los primeros homínidos, hace 4,5 millones de años, hasta el homo sapiens, hace 200.000 años, nuestro planeta azul ha recorrido muy poco espacio alrededor del centro de nuestra galaxia. Aunque la historia de la Tierra es mucho más antigua que el periodo comprendido entre la evolución de los mamíferos hasta hoy, hace ahora 60 millones de años, quizá el poeta indio Rabindranath Tagore tenía razón cuando afirmaba que “no hay más historia que la historia del hombre”, aunque yo añadiría que ese hombre del que habla Tagore resulta ser un simple invitado de los animales, de las plantas y del propio planeta azul, ya que estaban antes que nosotros sobre el planeta, cosa que no hay que olvidar. Ese hombre tagoriano resulta ser una especie que ataca, destruye, contamina y extingue por ambición, pero este mundo es tuyo, es nuestro, es de todos nosotros, pero hemos de recordar que también es suyo, y estas especies nombradas no pueden hacer nada de nada para salvar el planeta.
Todos sabemos o hemos de saber que el planeta azul ha sido el mejor anfitrión de todo nuestro Sistema Solar, ha sido el único que nos ha facilitado el privilegio de la vida, pero ahora está enfermo, muy enfermo, y no podemos esperar más. También sabemos lo que hace falta hacer, y el tiempo es muy corto para poder actuar. El futuro de la Tierra está en nuestras manos, ayudémoslo, porque el tercer planeta de nuestro sistema somos nosotros.