COLABORACIÓN
El sentido común
Ya puede estar contento el gobierno de Paeria. Tienen la ciudad de Lleida donde querían. La segunda capital catalana con unos datos de criminalidad más bien poco alentadores.
Los datos del Balance de Criminalidad publicados por el ministerio de Interior reflejan que durante el primer semestre del año 2022 han aumentado los delitos penales en nuestra demarcación respecto del mismo periodo del 2021 y, en la capital, las agresiones sexuales, los robos con violencia e intimidación, las okupaciones y los delitos de lesiones han aumentado considerablemente. Cada vez más delincuencia, inseguridad, suciedad y también incivismo. Ya pueden estar satisfechos.
Lleida ha perdido el atractivo al que podía aspirar, a lo que pudo haber sido y no es. Eso sí, la maquinaria propagandística del gobierno de Paeria trabaja a toda máquina también en agosto y los titulares y noticias de lo mucho que se menean no cesan. Que si la postulación de proyectos Next Generation por valor de 64 M€ para la ciudad, que si la transformación de la rambla de Ferran como eje comercial, que si nuevos modelos de turismo para la ciudad.
La cosa tiene enjundia, porque los datos nos muestran que los turistas pernoctan en Lleida una media de 1,5 noches. Vaya, debe ser que con las temperaturas estivales en nuestra ciudad el City Tour en bus descapotado no resulta demasiado seductor y casi es mejor quedarse poco en la capital y poner rumbo a destinos más frescos. Hace unos días el alcalde “accidental” nos sorprendió con el anuncio de la creación de senderos urbanos arbolados de punta a punta de la ciudad.
Bueno, lo de la punta depende de lo que se considere ciudad, porque ni el barrio de Llívia, ni Magraners, ni el Secà –por poner solo tres ejemplos– tendrán esos anunciados itinerarios de renaturalización del entorno urbano. Dudo mucho que ese pretendido oasis urbano llegue a materializarse, más si cabe cuando el simple mantenimiento y cuidado de las zonas verdes y de los árboles que sobreviven en la ciudad deja mucho que desear. El estrés térmico que sufren muchas especies arbóreas parece haber adelantado el otoño en Lleida y, mientras, se malgastan miles de litros de agua de boca para mantener rotondas con césped.
Definitivamente, el sentido común es el menos común de los sentidos para este gobierno. Tanto teatro, tanto anuncio y tanta propaganda ya cansa. Los vecinos preferirían que no les contaran cuentos y que se actuara en los múltiples frentes que hay abiertos por toda la ciudad.
Porque los parches ya no solucionan el pinchazo de un gobierno al que se le ha ido de las manos los temas que realmente afectan al día a día de esta capital. El mantenimiento de la ciudad, los servicios de calidad, la seguridad o la limpieza. Con impotencia vemos que Lleida está peor que nunca.
La delincuencia está entrando por las calles, pero acabará instalándose para quedarse en los salones de las casas de esos políticos que han jugado a mirar para otro lado por una inconfesable amalgama de complejos de inferioridad, sin saber qué ni cómo hacer para que Lleida sea la ciudad que los vecinos esperan. Porque una cosa es tener competencias y otra bien distinta es ser competente. Los servicios públicos esenciales y sufragados con los impuestos han de funcionar.
El centro histórico no puede ser un albergue al aire libre, un espacio donde campe a sus anchas la prostitución y la venta ilegal de todo tipo de enseres y sustancias. Los barrios han de disponer de los servicios adecuados a sus necesidades, han de ser seguros y tranquilos, y los espacios públicos han de mantenerse y cuidarse adecuadamente. Solo aplicando un poco de sentido común, y con una buena dosis de actitud e interés, es posible cambiar Lleida.