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El vuelo errático de los estorninos

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Es fascinante contemplar a los estorninos en bandada, haciendo y deshaciendo, avanzando y retrocediendo. En su perfecta sincronización, dibujando etéreas coreografías en el cielo al atardecer una se pregunta: ¿hacia dónde van?, ¿qué intentan?, ¿será que no tienen otra cosa mejor que hacer? Los estorninos me recuerdan a la mayoría de los políticos, que van de aquí para allá, que cambian de dirección mientras se afanan en buscar el dormidero urbano más adecuado para cobijarse durante la noche. Y si puede ser un árbol de hoja perenne, justo encima de uno de esos estropeados bancos que tenemos esparcidos por la ciudad, pues mejor, así dejarán una buena capa pastosa que impedirá que los sufridos vecinos puedan ocupar el asiento en las soleadas mañanas de este otoño.

Y es que ya se sabe, unos y otros, políticos y estorninos, son resistentes, persistentes e insistentes. Lo saben bien las entidades vecinales de Lleida, que, por más que piden, reclaman y denuncian, no consiguen que la administración más cercana al ciudadano atienda sus reiteradas peticiones. Lo saben bien los anónimos ciudadanos que no obtienen respuesta a sus demandas y se ven abocados a manifestar públicamente sus quejas escribiendo cartas al director o a llamar a la puerta de la defensora de la ciudadanía, la Síndica de Greuges.

Y lo saben bien los agentes sociales y económicos del ámbito local, que también piden y reclaman empatía, diálogo y cordura en la toma de decisiones políticas municipales. El escritor irlandés Bernard Shaw afirmaba que “la política es el paraíso de los charlatanes” y, en Lleida, los discursos de los que antes gobernaron y de los que ahora dicen hacerlo están llenos de una palabrería que parece avanzar en dirección contraria a la realidad de nuestra ciudad. Porque una cosa son las frases que se dicen y otra bien distinta los mensajes que emite la propia ciudad.

Mensajes de total escepticismo y, mientras, como quien oye llover, los de antes y los de ahora se han lanzado a una sucia lucha en el barro a 7 meses vista de las municipales, olvidando que son los leridanos los que saldrán salpicados por el fango. Es muy comprensible que mientras esto pasa, en la vida real, el esforzado contribuyente esté desmotivado, viendo y notando, en sus propias carnes, que, a pesar de los elevados impuestos y tasas que paga, el retorno que cabría esperar en los más básicos y elementales servicios no está garantizado. Por eso, la inseguridad y la falta de limpieza siguen siendo las principales quejas y preocupaciones de los vecinos.

Hables con quien hables, y por mucho que algunos se empeñen en negar la mayor, Lleida es hoy una ciudad insegura y sucia. Puedes preguntarte: ¿en qué ha mejorado tu vida desde que gobiernan los independentistas? Prometer y anunciar es fácil, pero luego hay que gestionar y cumplir. Hacer y deshacer, ir para un lado y para el otro, como bandadas de estorninos en una graciosa coreografía, eso sí lo hacen, pero sin un rumbo fijo ni objetivo definido.

Creo sinceramente que las disputas partidistas de unos y otros, vinculadas a sus únicos intereses espurios, resultan inútiles a los intereses de los leridanos, que hace tiempo que van perdiendo la fe en los políticos de titular y postureo. Desde mi formación no perdemos la esperanza y vamos a seguir trabajando para hacer que esta ciudad sea más segura, más limpia, más amable, más humana. Poniendo a las personas en el centro, es posible cambiar Lleida.

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