“Ecos de lo que sucedió antes”

Hoy toca despedir una de las comedias dramáticas más originales, abstractas y emotivas que ha dado el streaming en los últimos años. Reservation Dogs llegó a la pequeña pantalla en agosto de 2021 de la mano de FX, presentando la historia de cuatro adolescentes nativos americanos nacidos en una reserva situada al este de Oklahoma: Bear (D’Pharaoh Woon-A-Tai), Elora Danan (Devery Jacobs), Willie Jack (Paulina Alexis) y Cheese (Lane Factor). Creada por Sterlin Harjo (Barking Water, Osiyo: Voices of the Cherokee People) y Taika Waititi (Jojo Rabbit, Lo que hacemos en las sombras), la trama arrancó con el suicidio de su amigo Daniel (Dalton Cramer) y el modo con que el cuarteto trata de superar su dolor –mediante pequeños hurtos y el plan de escapar de sus casas–. Después de su paso por California y tras adentrarse en pleno océano para cumplir el sueño de Daniel durante la segunda entrega, la temporada final supone el regreso al punto de origen –de la mano de la tía de Elora, Teenie (Tamara Podemski)–, el inicio de la madurez y la separación de caminos para cada uno de los protagonistas. También regresan personajes tan necesarios para la conducción de la trama como Maximus (Graham Greene) –tan brillante como chiflado, que sigue dedicando su tiempo a cultivar berenjenas ante, según él, una más que hipotética invasión extraterrestre– y William Knifeman (Dallas Goldtooth), el guía espiritual de Bear. “Somos sólo ecos de lo que sucedió antes”, le dice Maximus a Bear justo al principio de esta tercera parte mientras se encuentran contemplando el firmamento, a modo de declaración de intenciones por parte de Harjo y Waititi con respecto a todo lo que irá sucediendo durante la cinta. Pero resulta difícil adelantarse a ningún acontecimiento en un show en el que la imprevisibilidad ha sido –y sigue siendo– el sello de calidad de un guion repleto de vuelcos y giros. Sumado a ello, el constante contraste entre las repentinas transiciones de escenarios –el luminoso mundo de los espíritus, hogar de seres mitológicos como La Dama Venado y su desgarradora historia, frente a la podredumbre del plano real–, son la guinda de un pastel que algunos preferiríamos no tener que digerir como despedida. En definitiva, el agridulce punto final a un metafórico –y a veces surrealista– viaje juvenil de autodescubrimiento, que desemboca en una nueva etapa tan incierta como esperanzadora.