Nuestros mejores años
consejero delegado de diari de tarragona
Algunas veces el ilustre periodista leridano Lluís Foix ha comparado La Vanguardia, por su estilo templado, con estas barcazas de carga que circulan por los caudalosos ríos europeos, alejadas siempre de las orillas en su navegar tranquilo.El diario SEGRE tomó el nombre de un río que es de montaña y aguas bravas en su comienzo, y como él tuvo un primer trayecto lleno de curvas y vaivenes, en propiedad y directores, hasta asentarse, aumentar de caudal y convertirse en una referencia serena para la opinión pública de Lleida y sus comarcas. El timonel principal de esta navegación ha sido Juan Cal desde su nombramiento como director en 1987 cuando solo tenía 30 años. Hijo de madre catalana y padre gallego, se incorporó a SEGRE por los talleres y ascendió pronto a la redacción y a su estructura de mando.Sobre su admirable experiencia directiva, ha escrito recientemente el libro Els millors anys. La meva vida en el periodisme. 1987-2020 (Pagès Editors), que he leído de un tirón por varios motivos: por el gusto de leer lo que está bien escrito y por ser yo leridano, periodista y amigo del autor. Y, aún, porque me parecía leer mi propia experiencia.Pese a haber trabajado durante mi vida en seis diarios, no he coincidido con Juan Cal en ninguno, pero es como si lo hubiera hecho. Cada uno en su lugar, hemos vivido experiencias paralelas, como dirigir salas de redacción en las que se oía el teclear de las máquinas de escribir y el repicar de los teletipos, se conversaba en voz alta sin la protección de las pantallas, se fumaba en el interior como si fuera una prolongación de la niebla callejera, y hacíamos jornadas agotadoras que a veces aún alargábamos con cenas de madrugada en alguno de los pocos bares que permanecían abiertos.Como él he vivido la irrupción de la informática. Fue en 1982 cuando los primeros ordenadores llegaron a La Vanguardia. Al comienzo Albert Viladot y yo compartíamos uno, porque había uno por cada dos periodistas. Fue entonces, recién llegado a la redacción del periódico de la calle Pelai, cuando me ofrecieron dirigir un diario recién salido: SEGRE. La oferta era tentadora para alguien nacido en Ivars d’Urgell y que había trabajado en Diario de Lérida antes de hacerlo en Zaragoza y Barcelona.Si hubiera aceptado aquel envite, hubiera trabajado con Juan Cal, pero el destino tenía reservada para él la dirección de SEGRE y para mí, la de Diari de Tarragona. Durante largo tiempo fuimos colegas de dirección de periódicos catalanes y como tales nos encontrábamos en algunas citas, como las siempre difíciles entrevistas con Jordi Pujol en Queralbs o los viajes con Duran i Lleida a Bruselas o Estrasburgo, por no hablar de las comidas navideñas tradicionales en el Palau Sant Jordi de la Generalitat, con Carles Sentís tomando la palabra en nombre de todos.Juan Cal recuerda en Els millors anys. La meva vida en el periodisme. 1987-2020 cómo era su trato con los alcaldes de Lleida (y aquí me lleva a rememorar el mío con los de Tarragona), cómo eran las comunicaciones por teléfono, fax, telex y cintas perforadas, como las escasas fotografías de EFE nacionales e internacionales nos llegaban de Barcelona en sobres que llevaban, haciendo de recaderos, los conductores del coche de línea, el Alsina Graells en su caso. Nostalgia aparte, tuvimos que adaptarnos a los nuevos medios y nos vimos en el trance de luchar para poder tener emisoras de radio y televisiones locales. Aquí, en reuniones difíciles en Barcelona, pude admirar aún más la rápida inteligencia de Juan Cal para hacer frente a lo nuevo y para esquivar las maniobras legales en los concursos de méritos que a veces se hacían con un resultado preconcebido. No pude estar personalmente en la presentación del libro Els millors anys. La meva vida en el periodisme. 1987-2020, aunque nuestro común amigo Josep Ramon Correal, otro buen periodista leridano, me dio cuenta de cómo fue. Me prometí entonces no solo leer el libro, sino también hacer algún apunte después de leerlo. Cumplo este propósito con estas líneas escritas sin concurso de la inteligencia artificial, solo con la natural cuyas limitaciones en mi caso se vieron compensadas por una vocación al periodismo que solo profesionales como Juan Cal pueden apreciar en lo que tiene de ilusión. También para mí los años más sacrificados fueron los mejores.