Mollerussa, 60 años cosiendo vestidos de papel
La Sociedad Recreativa L'Amistat fue el epicentro de la vida cultural y social con jóvenes entusiastas
Elisa Llanes desfiló con el vestido ganador de la primera edición del concurso en 1964. Dolors París obtuvo el primer premio en 1967. - MUSEU DE VESTITS DE PAPER
Elisa Llanes desfiló con el vestido ganador de la primera edición del concurso en 1964. Dolors París obtuvo el primer premio en 1967. - MUSEU DE VESTITS DE PAPER
Elisa Llanes desfiló con el vestido ganador de la primera edición del concurso en 1964. Dolors París obtuvo el primer premio en 1967. - MUSEU DE VESTITS DE PAPER
Elisa Llanes desfiló con el vestido ganador de la primera edición del concurso en 1964. Dolors París obtuvo el primer premio en 1967. - MUSEU DE VESTITS DE PAPER
Elisa Llanes desfiló con el vestido ganador de la primera edición del concurso en 1964. Dolors París obtuvo el primer premio en 1967. - MUSEU DE VESTITS DE PAPER
Elisa Llanes desfiló con el vestido ganador de la primera edición del concurso en 1964. Dolors París obtuvo el primer premio en 1967. - MUSEU DE VESTITS DE PAPER
Elisa Llanes desfiló con el vestido ganador de la primera edición del concurso en 1964. Dolors París obtuvo el primer premio en 1967. - MUSEU DE VESTITS DE PAPER
Sesenta años no se llegan a cumplir sin el compromiso, el esfuerzo y la dedicación de mucha gente. Reencontramos los recuerdos de algunos protagonistas de los primeros años, en homenaje a todo el mundo que ha hecho de los 'Vestits de Paper' de Mollerussa una tradición que aspira a ser reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Carme Domingo tenía 16 años cuando iba a casa de las hermanas Vilaró para aprender a coser. Las jóvenes, en los años 50 del siglo pasado, tenían en aquel taller la posibilidad de aprender a hacer vestidos para ellas mismas y su familia, y si les gustaba, podían llegar a ser, incluso, modistas o costureras. En el chalet de las Vilaró, junto a la Casa Canal, las chicas encontraban momentos de recreo y de confidencias mientras aprendían un oficio. “Fui dos años y recuerdo que nos lo pasábamos muy bien. Siempre supe coser e hice vestidos para mí y para mis hijas y también para alguna amiga, aunque nunca lo practiqué como profesional.” En aquel taller está el origen de lo que hoy es un signo de identidad de Mollerussa: los Vestits de Paper. Carme Domingo lo recuerda y todavía guarda unas fotos, hechas en el recibidor y el comedor de las hermanas Vilaró, de los años 1951 y 1952, donde ella y otras chicas lucen con ilusión unos vestidos hechos de papel. “Para celebrar la fiesta de las modistas en la escuela, por Santa Llúcia, nos proponían hacer vestidos de gala y de gran distinción, que copiábamos de las revistas. Nos los poníamos para hacer la fiesta, donde invitaban a familiares y amigos y nos sentíamos como grandes damas –explica Carme Domingo–. Había mucho trabajo detrás, porque trabajar el papel y coserlo no era tan fácil como parecía. Para hacer las guarniciones y las joyas, usábamos el papel de plata de los envoltorios del chocolate, también el papel de empapelar que tenía más consistencia, plumas de pato o de pollo, papel de celofán, de hecho utilizábamos los materiales que teníamos más a mano.” Unos jóvenes mollerussenses, cargados de entusiasmo y ganas de hacer cosas nuevas, Vicens Esponda y Eduard Mata, supieron de esta original actividad y propusieron a la Sociedad Recreativa L’Amistat organizar un concurso. “L’Amistat era el sancta santorum de Mollerussa –nos confiesa Magí Carné–. Era el centro de todo lo que se hacía en el pueblo a nivel cultural, festivo y social. Los que formábamos parte lo hacíamos porque nos gustaba. Éramos jóvenes, nos pasábamos muchas horas y nos sentíamos bien haciendo realidad proyectos que podían parecer inverosímiles.” Magí Carné fue miembro de la comisión organizadora del Primer Concurso de Vestidos de Papel y Peinados de Mollerussa de ámbito comarcal, que se celebró el día 13 de diciembre del año 1964. Empezó a las diez y media de la noche y acabó pasadas las tres de la madrugada.
Aún recuerda ahora el éxito de aquella primera edición, con la sala-teatro de L’Amistat llena hasta arriba de gente que vio desfilar 19 vestidos. Fue “un acto social brillante e inolvidable”, escribió mi padre, Miquel Polo Silvestre, que con orgullo siempre formó parte de L’Amistat. Los primeros años, el desfile de las modelos con los vestidos empezaba en la sala teatro y después las chicas subían a desfilar al Aixopluc, la discoteca del primer piso, porque no daban abasto de tanta gente como quería asistir. Fueron años de trabajo intenso y entusiasta de unos jóvenes que no desfallecían. La fuerza de voluntad de las juntas directivas de L’Amistat, de todos los que dedicaban horas y compromiso personal, contribuyó a hacer cada vez más importante y grande el Concurso de Vestidos de Papel de Mollerussa. No fue fácil, según explica Ignasi Clotet, que con 21 años iba a L’Amistat a jugar al billar y le propusieron formar parte de la Comisión de Fiestas. “Nos encargábamos de promover espectáculos, bailes y actividades por las fiestas. Para los vestidos de papel hacíamos de todo, íbamos por los pueblos, convocábamos a las modistas y las invitábamos a un aperitivo para convencerlas de venir a concursar; buscábamos la complicidad de los diarios y de TVE, conseguíamos grandes presentadores de la época, como José Luis Uribarri, que venía en tren desde Madrid; buscábamos maquilladoras que aceptaran trabajar sin cobrar; escribíamos el guion de la velada, remodelamos la ubicación de las butacas, inventamos una pasarela más larga y con luz.. No nos daba pereza nada. Algunos años enviábamos hasta 7.000 cartas y más de 10.000 programas a personas y organismos vinculados a los gremios de sastres y modistas por todo el Estado –recuerda Ignasi Clotet–. Éramos un grupo de jóvenes que acabamos siendo buenos amigos y, como premio, un día al año íbamos a hacer una cena. ¿Y sabes lo que queríamos? Prestigio para los Vestidos de Papel de Mollerussa.
Mi madre, cuando yo era pequeña, iba a “ca la modista” a hacerse vestidos para ella y también para nosotras. Somos tres hermanas, tres niñas, y debimos de ser sus Barbies particulares. Para nosotras buscaba ropas bonitas y se dejaba aconsejar por Montserrat Sabartés con respecto a los diseños. Recuerdo como fechas señaladas el día de la Palma, la Fiesta Mayor y Navidad, los tres momentos más gloriosos del año en los que estrenábamos vestido, siempre cosidos con mucha paciencia y cuidado por mi madre. Ella había aprendido lo que entonces se llamaba “corte y confección” e iba a casa Sabartés, donde la ayudaban a hacer los patrones y a cortar la ropa. Después, en casa, pasaba puntos, montaba el vestido y volvía a hacer diferentes pruebas para ajustar el vestido al cuerpo. Yo la acompañaba muchas veces. Allí había unas mesas muy largas llenas de revistas de moda, de patrones, de hilos de todos los colores, de tizas, de alfileres y dedales, de grandes tijeras y otros utensilios.. Ser modista hoy es un trabajo casi artesanal, ya deben de quedar pocas mujeres y hombres que, con paciencia y mucha maña, cosen piezas adaptadas a cada persona. Modistas, sastres y costureras son hoy una “especie” en peligro de extinción. La moda rápida y el consumismo exacerbado que predominan amenazan su supervivencia.
Elisa Llanes, Montserrat París y dos vestidos icónicos
1964 ha quedado marcado con oro en el recuerdo de dos chicas que rondaban los 20 años: Elisa Llanes y Montserrat París. Elisa Llanes desfiló con el vestido ganador de la primera edición del Concurso, creado por Paquita Rúbies, y cosido por la misma Elisa y otras chicas del taller de esta modista de Mollerussa. Aquel año, las hermanas París ganaron el tercer premio, y en 1967 Montserrat, Carme y Dolors París deslumbraron a todo el mundo con un vestido espectacular: Farah Dibha, un modelo inspirado en el vestido que la emperatriz de Irán llevó el día de su coronación y que ganó el primer premio de gran confección. Elisa Llanes, además, fue presidenta de la Comisión de fiestas de L’Amistat casi durante 10 años y reconoce que aquella época vivió algunos de los días más felices de su vida. “L’Amistat para nosotros era todo y hacíamos de todo: íbamos por las tiendas de Mollerussa pidiendo que nos regalaran objetos para ofrecer como premio a las ganadoras del Concurso, eran nuestros espónsores. Nos daban de todo: sábanas, objetos de decoración, electrodomésticos, algún viaje. Buscábamos talleres y modistas para que participaran, adornábamos la sala y formábamos un gran equipo”, asegura con orgullo. Las hermanas París hicieron “historia” en los pocos años que participaron, sin ser ninguna de ellas modista profesional. Hoy Montserrat recuerda que, “en 1964, en el último momento tuvimos que pasar la ficha del vestido, con el nombre de Josefa Viles, una modista amiga, como autora, porque el Jurado estava formado por miembros del Gremio Provincial Artesano de Sastres, Modistas y Costureras de Lleida y solo aceptaba concursantes afiliados al Gremio”. Las otras tres hermanas cosían en familia. “Con mis hermanas mirábamos las revistas de las bodas y las fiestas reales. En una de ellas había el vestido de Farah Dibha desde muchos ángulos y con unas reseñas muy esmeradas de las joyas, de los complementos y todos los detalles. Toda la familia nos pusimos a ello. Dolors hacía las joyas, ella y mi padre eran muy detallistas. Mi padre incluso inventó un utensilio especial para que las perlas fueran más redondas. Las hacíamos con papel de plata, las pulíamos y las pintábamos con pintura de uñas nacarada”, explica hoy, todavía con emoción, Montserrat París. El vestido de Farah Dibha lo formaba una túnica de satén blanco, con una cola larga y mangas acampanadas, y una casulla verde ribeteada con visón. En su confección se utilizaron 6.000 perlas, 657 metros de hilo de oro, 87 rubíes y 97 esmeraldas. Los miembros de la junta directiva de L’Amistat enviaron una foto del vestido al Palacio de Teherán, y en agradecimiento a la excelencia del trabajo hecho en papel la emperatriz les hizo llegar la medalla de oro conmemorativa de la coronación.