Necesitamos que más jefes bajen a la arena
(*) Ingenio School / Executive HR Talent
El liderazgo no es una cuestión de jerarquía, sino de empatía. Necesitamos líderes que no solo den órdenes desde las gradas, sino que estén dispuestos a arremangarse, ensuciarse las manos y enfrentar los retos junto a su equipo. En otras palabras, que se remanguen y bajen a la arena. Hay demasiados jefes que no se mezclan con la gente que realmente saca el trabajo adelante, como si no quisieran ensuciarse las manos con lo que mantiene viva a la empresa. Y qué mejor líder que el que nace de la arena y es su ADN. De ahí que haya escogido el personaje histórico, para este artículo, de Espartaco, del que, todavía hoy, sigue vigente y como una necesidad primordial en nuestras organizaciones su imprenta de liderazgo debería hacernos reflexionar. ¿Qué podemos aprender del liderazgo de Espartaco? Lo primero, su persuasión: en la escuela de gladiadores de Capua, Espartaco habría estado rodeado de cautivos de toda Europa. Habría habido una asimilación de diferentes idiomas y una cautela entre ellos, ya que su destino sería la batalla a muerte en la arena. Organizar una fuga con otros en estas condiciones habría sido extremadamente difícil. Espartaco debió de haber sido un individuo muy persuasivo para convencer a 70 de sus potenciales oponentes gladiadores de que debían trabajar juntos para escapar de Capua. Lo segundo, su gran generosidad: Espartaco insistió en dividir equitativamente el botín entre sus hombres. Esta fue una de las principales razones por las que una gran cantidad de esclavos de toda la Italia rural estaban tan interesados en unirse a él y le mostraron tanta lealtad. Como tercer punto, destacaría la psicológica: Espartaco sabía la importancia de meterse bajo la piel no solo de sus oponentes sino también de sus hombres. Después de derrotar a los ejércitos de Gelio y Léntulo, Espartaco tomó 400 prisioneros romanos y los obligó a luchar en juegos de gladiadores. Espartaco sabía que los informes de estos juegos llegarían a Roma y se burlarían del imperio. Cuando pensó que sus hombres vacilaban, Espartaco endureció su determinación crucificando a un soldado romano donde todos pudieran verlo. Les mostró a sus hombres lo que les sucedería si no se quedaban a luchar. En lo que sería su batalla final, Espartaco pidió su caballo y, frente a todo su ejército, lo mató diciendo: “Si ganamos, no necesitaré este caballo porque tendremos miles de caballos romanos y, si perdemos, no tendré ningún uso para un caballo”. Incluso cuando sabía cuál sería su destino, seguía tratando de inspirar a sus hombres, con la esperanza de una victoria improbable. Esa inspiración solo puede provenir de quien ha surgido de la arena, el liderazgo a través de la empatía de sus soldados esclavos y su ejército, porque ha estado en la arena más que nadie. Y, por último, la importancia del momentum, o momento idóneo: las tropas romanas iniciales enviadas para sofocar el levantamiento en el Monte Vesubio habrían sido demasiado confiadas, ya que asumieron que se enfrentarían a un pequeño puñado de gladiadores. Los romanos, con exceso de confianza, y menospreciando a los gladiadores, tenían todas las armas y el equipo necesarios para abrumar a Espartaco y sus hombres. El verdadero liderazgo se demuestra en la acción y en la capacidad de inspirar desde el ejemplo, de bajar a la arena con tus empleados y poder liderar desde el ejemplo, y no desde el cargo. ¿Tienes a alguien en mente que debería dar el salto? ¡O quizá tú ya estás listo para la arena!