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FEDERICO BORGES

¿Has sentido alguna vez el síndrome del impostor?

(*) CLO de Ingenio Leadership School & Executive HR Talent. Profesor asociado de la UdL.

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Que levante la mano quien no haya sentido alguna vez el síndrome del impostor en su trabajo, o como progenitor, o en alguno de los variados roles de adulto que todos tenemos. Todos, en algún momento, hemos tenido, o tenemos, esta sensación de ser un poco, o mucho, impostor. Siento o creo que no valgo lo suficiente para este puesto, o para esta responsabilidad, que no tengo bastantes méritos, que igual no soy el más indicado o indicada para representar a mi departamento, a mi grupo, a mi empresa. Pero es que, además, el síndrome del impostor tiene una segunda parte: la de que además de no considerarte adecuado o merecedor, lo llevas dentro y no lo sabe nadie, es un pensamiento que no expresas, te lo guardas.Hace unos años, a un reconocido escritor británico le invitaron a un encuentro social de alto nivel, con personalidades de talla internacional del mundo académico, artístico, deportivo, financiero, personas líderes reconocidas con logros mayúsculos en su haber. Como habrán imaginado, nuestro escritor se sentía fuera de lugar, achicado por los merecimientos de las personalidades presentes en el encuentro. Sin saber cómo, en un momento dado, coincidió en una esquina de la sala con un agradable anciano, que como él sostenía un vaso para hacerse compañía y que como él escuchaba a la orquesta. Entablaron conversación, y hablaron del motivo por el que les habían invitado. Después, el simpático anciano señaló a la sala y dijo: “Veo a esta gente y me pregunto qué puñetas hago yo aquí. Esta gente ha hecho cosas asombrosas, y yo solamente fui donde me enviaron.” El escritor le dijo: “Hombre, sí, pero usted fue la primera persona en la Luna. Eso ya cuenta.” Y nuestro escritor se sintió un poquito mejor. Porque si Neil Armstrong se sentía fuera de lugar, tal vez a todos o a casi todos los personajes de esa sala les pasaba lo mismo. Tal vez eran personas normales que se habían esforzado muchísimo y habían tenido suerte, les había llegado el éxito, y tal vez lo que todos hacemos es eso, más o menos, hacemos lo mejor posible con lo que tenemos o con lo que podemos tener. Esto me lleva a pensar que muchos de nosotros rechazamos una responsabilidad o un liderazgo porque creemos que nos sentiremos impostores, porque pensamos que no somos mejores que nadie, no queremos “que nos descubran”. Sin embargo, debemos darnos una oportunidad. Si alguien cree que puedes conseguir un objetivo, que eres capaz de llevar un proyecto a buen puerto, hazle caso. Desde fuera tal vez te conozcan y confíen en ti más que tú mismo o tú misma. No te preocupes, porque aunque lo creas, no serás un impostor, no serás una impostora. Tendrás tus aciertos y tus errores, pero si te das la oportunidad de liderar, de proponer, de escuchar, de decidir, aún sintiéndote impostor de alguna manera, estarás aportando tus conocimientos y capacidades a un proyecto en el que van a creer los que están a tu alrededor, con el que va a avanzar tu grupo, tu empresa, independientemente de la poca validez que te concedas. A pesar de tus dudas, sigue. Eres capaz de hacer lo que tú sabes que tienes que hacer.

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