CRÍTICADECINE
Recuerdos del futuro
Que lleguen extraterrestres a nuestro planeta es algo de lo que se alimenta la ciencia ficción. Se presentan de forma misteriosa, imponentemente, silenciosamente, como esperando una respuesta del ser humano a una pregunta que este no entiende, o lo hacen en son de paz para avisar que tenemos los días contados como no cesemos en nuestros desastres cotidianos. También pueden estar camuflados entre nosotros –alguno de por aquí, o del otro lado del Atlántico bien podría serlo–, y si nos ponemos patrióticos llegan a cargárselo todo –Estados Unidos en especial– y nos vestimos de heroísmo de manual para hacerles frente. La llegada se mueve en un discurso más reflexivo, más complejo, traslada el pasado al futuro y viceversa, promueve la comunicación como eje vital, ya no solo con los heptápodos seres espaciales sino entre nosotros, cuando una supuesta amenaza global cobra forma en doce inmensas naves dispersas por el mundo. El tiempo y el significado y entender los signos desde el propio yo lleva al realizador canadiense Denis Villeneuve, muy considerado por su rara mirada cinematográfica, a centrar la historia en un personaje, una gran lingüista que deberá encontrar soluciones en el entendimiento entre todos y visualizar su mundo interior, traumático pero contenido, entre el pasado y el futuro y en las claves del enigma. Es una historia en la que lo visual forma una poética de la imagen, como en las películas casi metafísicas de Terence Malick; halla similitudes con aquellos encuentros de Spielberg, y se va construyendo fragmentando el tiempo. Un ejercicio brillante en su composición, aunque muy complicado en su novedoso trazo narrativo.