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Los restos del naufragio

Los restos del naufragio

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Desde la década de los años 70 del pasado siglo, el cine de catástrofes, tal vez por el morbo que despierta, sigue teniendo su lugar. Ahora este tipo de películas casi siempre vienen acompañadas por el enunciado de “basada en hechos reales” y eso le da un plus, tal vez perverso, que invita a su visionado. Peter Berg, un cineasta irregular donde los haya, con películas interesantes como Very Bad Things o Cop Land, o desastrosas en la línea de Battleship o Hancock, agarra el manual del cine de desastres y lo sigue a pies juntillas. Desde un inicio, en el que el eje será un técnico de plataforma petrolífera (Mark Wahlberg) en su idílico entorno familiar –el descanso del guerrero antes de masticar la tragedia– para posteriormente dar paso al grupo de trabajadores, el buen rollo que existe y con ese veterano al frente (Kurt Rusell) que es faro y guía en ese solitario escenario de alta mar, donde también se encuentra el elemento discordante, el que representa la multinacional BP, con más apego a la reducción de gastos que a la prevención de un siniestro de gran magnitud. Y en el tercer bloque: desatar el infierno, eso sí, en espectaculares secuencias en las que quedará marcada la fatalidad y en las que el acto heroico, la valentía temeraria del protagonista con espíritu americano, superará con creces los límites de la resistencia. Lástima que Berg se centre casi exclusivamente en el drama humano, incluyendo la oración con espíritu patriótico en el barco de rescate, y no explique con detallada sinceridad que aquel suceso hirió de muerte el ecosistema de la zona y que el hombre sigue siendo el mayor peligro para el hombre y, obviamente, para todo lo que le rodea.

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