CRÍTICADECINE
El interior de la bestia
El director M. Night Shyamalan sorprendió tanto, desconcertó tanto, inquietó tanto con El sexto sentido que incluso logró que el aficionado a practicar el spoiler callase, que venciese el impetuoso deseo de desmontar la escena final de aquella magnífica película, que lo encumbró. Pero ese triunfo tenía su reverso, Shyamalan estaba condenado a realizar películas al mismo nivel y eso no sucedió, y a cada propuesta –aunque títulos como El protegido, El bosque o La visita no eran tan desdeñables como otras con su firma– su aura de genio se fue apagando. Con Múltiple ha logrado resarcirse un tanto de la debacle y logra turbar, desasosegar con una historia sobre el secuestro de tres jóvenes por parte de un perturbado con Trastorno de Identidad Disociativa, un hombre que guarda en su interior múltiples personalidades, a la espera del nacimiento de otra más enloquecida, más poderosa, más letal. Shyamalan se revela como lo que era, un maestro de situaciones que rompen la cotidianeidad, de escenas que admiten giros y requiebros, visualmente cargadas de inquietud, dominando espacios cerrados donde los personajes quedan a merced de cualquiera de las identidades de un psicópata impredecible. La historia se apoya en los avances de una doctora que a base de descifrar códigos de conducta pone al descubierto a ese genio del desdoblamiento, papel a cargo de un excelente James McAvoy, adoptando diferentes roles dentro de una misma persona. Incluso Shyamalan se permite jugar al cameo en un film que, pese a su adecuada concepción, en algunos momentos pierde ritmo. Aunque ese detalle no oscurece un buen intento para frenar un declive anunciado por todos.