Cuentos chinos

Si se tratase de un videojuego, este sería magnífico ya que la temática entronca con esos mercenarios en tierra extraña que pasan por méritos propios de buscavidas a héroes, de mangantes a hombres de honor cuando la ocasión lo demanda y La gran muralla, de acción tiene, y mucha. De por sí, el guión puede escribirse en un folio por una sola cara, pero el toque oriental, con esa gran muralla china y un ejército interminable de multicolor uniforme, esas heroínas voladoras y esos bichos reptilescos llegados del espacio y que son legión serían seguramente para el aficionado de la Play una verdadera gozada. Una película para ver cómo occidentales y orientales hacen causa común contra un mal que amenaza extenderse por China, y por ende por el mundo. Convirtiéndose en un espectáculo visual sin esencia, una exhibición sin sentido para propiciar la coproducción entre dos gigantes, donde uno pone reconocidos nombres, como es el caso de Matt Damon, el chileno Pedro Pascal o Willem Dafoe intentando hacerse con un poco de la milagrosa pólvora, que bien podría hacerles ricos, mientras que el otro coloso monta la gran representación circense. Pero lo que sorprende en esta aventura palomitera es quién la firma, que no es otro que Zhang Yimou, reconocido cineasta multipremiado en los grandes festivales, alabado por la crítica desde sus inicios y con títulos en su haber como Sorgo rojo, Semilla de crisantemo, ¡Vivir! o Ni uno menos, y que no perdió prestigio cuando dirigió películas con marcada inclinación por las artes marciales, como La casa de las dagas voladoras. Todo para llegar a esta especie de videojuego y dejarnos sin mandos para jugar.