Como lágrimas en la lluvia

Exitoso y considerado un manga de culto este Ghost in the Shell creado por Masamune Shirow, que ha conocido varias entregas dentro del anime de la mano de Mamoru Oshii, y que ahora conoce su adaptación al cine con seres de carne y hueso –es un decir– ya que esta historia nos remite a un ser cibernético con cerebro humano, con la fisonomía de Scatlett Johansson, formando un grupo de élite, obedeciendo órdenes del gran actor japonés Takeshi Kitano, a la caza de ciberterroristas, y ahondando entre oscuros intereses de sofisticada empresa constructora de esa perfección futurista que traspasa la línea entre lo humano y lo robótico, amén de la presencia de un ser con justificadas ansias de venganza. La película contiene un alarde de imaginería al mostrar una megaciudad donde la alta tecnología forma parte de su arquitectura, una atmósfera ciberpunk, por la que transita una sociedad distópica, plagada de seres reinventados y como sucede en este tipo de producciones, con altas dosis de desencanto y violencia, donde la carne, huesos y la ingeniería electrónica se quiebran entre balazos y explosiones. Entre tanto desasosiego, tanta mala uva en cada uno de sus personajes, aflora la crisis existencial de la protagonista, una heroína que desconoce su pasado, que hurga entre secretos su razón de ser. Esa relación entre sus creadores y su misión, esas traiciones morales que fomentan dudas y malestar. Tal cual, pero con mucha menos entidad, que aquellos replicantes de perfección biotecnológica pensados por Philip K. Dick, y que Ridley Scott inmortalizó en la extraordinaria Blade Runner, en busca de su origen, antes de que todo se pierda como lágrimas en la lluvia.