¡Sobrevivir!

Inspiración o maldición, pero toda película con extraterrestre con mala uva colado en una nave espacial para desgracia de la tripulación remite indefectiblemente a Alien. Eso no tiene vuelta de hoja y Life no es una excepción. Incluso por momentos se acerca con poco disimulado descaro al clásico de Ridley Scott, eso sin mencionar miradas frontales a otras propuestas del género. Pero aún sabiendo todo esto, el director sueco de origen chileno Daniel Espinosa hace gala de gran destreza, de un notable dominio en esos espacios fríos y vacíos de una estación espacial gravitando en la nada infinita, aunque se divise cercana la Tierra, ya sea para bien o para mal.

Hay eficacia en la historia que narra, básica sí, pero cargada de tensión, de macabro juego del gato y el ratón entre interiores claustrofóbicos, buscando la clave para eludir a la amenaza marciana que los acecha y los acosa con viva inteligencia.

No hay diálogos filosóficos sobre el bien y el mal, ni demasiadas referencias sobre los seis tripulantes encerrados con un ser que los amenaza con constancia. Tal vez, algunos signos de culpa por haber invitado a ese pasajero despiadado que, a la postre, como ellos mismos, solo busca su supervivencia. La cotidianeidad entre corredores ingrávidos, el buen rollo manipulando paneles de control, la admiración y curiosidad por una prueba irrefutable de vida alienígena da ese giro esperado y abre las puertas del pánico, una fórmula que no falla nunca frente a lo desconocido y feroz.

Ya lo dijo en su día el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick: “Existen dos posibilidades: o estamos solos en el universo o no lo estamos. Ambas son igual de terroríficas”.