CRÍTICADECINE
El vagabundo ilustre
Tal vez la enorme dimensión de este gran pensador del siglo XX es la que ha hecho que la realizadora alemana Maria Schrader no quisiese o no supiese exponer la magnitud de la vida de este judío austriaco con trascendente obra literaria. Por ello, Stefan Zweig: Adiós a Europa recorre el exilio americano de este hombre al que la sombra del nazismo persiguió hasta lo más profundo de su ser. Hay tanta calma en la mirada que un inspirado actor como Josef Hader muestra, como dolor interior, pesadumbre de ilustre vagabundo, aclamado en salones argentinos, en recepciones brasileñas, pero cargado de una inmensa soledad ante una fría ventana de un gélido invierno neoyorkino –la parte más eficiente del film– donde recoge los mensajes de desesperación de amigos aislados en el infierno de la guerra, frente a su primera esposa. Por la contención, por el ritmo entrecortado de esta película, los incondicionales admiradores de este extraordinario ser con alma suicida, quizás no acaben de sentir en imágenes lo que testimonió su palabra escrita. Leer El mundo de ayer es adentrarse en el desorden europeo, en el futuro inexistente, en la literatura con mayúsculas en cada una de sus más de quinientas páginas, como también lo es con apenas sesenta Mendel el de los libros. Siendo una película irreprochablemente respetuosa hacia los últimos años de Zweig, se aprecian también sus carencias, su tímida profundidad, profundidad que solo el propio Zweig podía resumir en unas líneas: “De manera que ahora soy un ser de ninguna parte, forastero en todas; huésped, en el mejor de los casos. También he perdido a mi patria propiamente dicha, la que había elegido mi corazón”.