CRÍTICADECINE
Candor gamberro
Con la que está cayendo, una de las cosas que mejor se puede hacer es ir al cine, con su aire acondicionado, ponerse cómodo, y pasarse un tiempo fuera del horno. Y si aprovechamos y ejercemos de solícitos acompañantes, llevando a gente menuda a ver una película animada, pues queda la mar de bien, y así, se tiene excusa para visionar por ejemplo, este Capitán calzoncillos, o la que lían dos traviesos niños hipnotizando al director del colegio y convirtiéndolo en un superhéroe ridículo dispuesto a enfrentarse al mal, y cuyo atuendo se reduce a unos calzoncillos y a un trozo de cortina.
Sus superpoderes son su propia idiotez. Y es que hay desinhibición en el modo en que se trata esta película creada para los pequeños. Tal vez por ello, todo sucede, sin códigos, sin métodos preconcebidos, a golpe de inocentes escenas unas, gamberras otras, que conectan con el público infantil a causa de travesuras simplistas que no eluden lo escatológico y lo primario.
Basada en libros para niños creados por Dav Pilkey, donde las reglas se deforman, al estilo de muchas producciones infantiles actuales de corte televisivo, donde predomina el desbarajuste, Capitán calzoncillos permite al realizador David Soren resolver las imágenes a su antojo, para jugar con matices, con el dibujo sencillo, con la técnica digital, o con marionetas-calcetín en búsqueda de creatividad dentro de una película que no esquiva su contenido elemental en las ideas de los personajes pensantes, que a la postre son niños, con su lenguaje y sus modos llenos de ingenuidad, desenvoltura y atrevimiento. Al fin y al cabo, es una película para ellos, y cualquier consideración o reflexión adulta sobra.