Mono bueno, humano malo

Resulta incontestable la extrema calidad técnica, la intensa perfección en los personajes de esta película que se reinventa a sí misma dentro de una trilogía que es a su vez herencia de una saga imperecedera que estrenó Franklin J. Schaffner en 1968 con un Charlton Heston legendario, que a su vez adaptaba un best seller firmado por Pierre Boulle, eso sin tener en cuenta el desastroso remake de Tim Burton en 2001. Cuando se abordan y entretejen tantas entregas teniendo como denominador común al mono frente al hombre y sus conflictivas relaciones dentro de un mundo echado a perder –el nuestro–, cuesta ver La guerra en el planeta de los simios como un argumento libre, sin ataduras de lo que le precede. Pero cabe decir que en esta ocasión, la cinta intenta avanzar con otras coordenadas: en enfrentamientos personales con tintes de venganza entre dos líderes con aire de western; en el drama más severo de la supervivencia alterado solo por ribetes cómicos de un primate que repite “mono malo, mono malo” por pura autodefensa; donde una niña huérfana encuentra acogida entre primates y en la integración de aquel virus que resta capacidad mental a los humanos, mientras que el mono evoluciona como ser más tolerante y racional. Ahora, son otras obras cinematográficas las que influencian aquí, como la forma y conducta en la figura de Woody Harrelson de aquel Coronel Kurtz de Apocalypse Now, o los campos de concentración a modo de El puente sobre el río Kwai, también escrita por Pierre Boulle. Todo, para no perder su capacidad de sorprender en un género, la ciencia ficción, donde aquello que parecía inalcanzable se vislumbra en el horizonte.