Tocando fondo

L a propia directora Justine Triet lo dice, ella es una incondicional de las comedias clásicas americanas, la denominada screwball comedy, que tan popular fue en la década de los 30 y los 40, en un país que intentaba resurgir de la depresión. Eran historias de mujeres fuertes, con carácter y metidas en mil líos, tanto profesionales como amorosos. La protagonista de esta película francesa sigue buena parte de aquellas pautas pero actualizándolas y desarrollando un verdadero desorden emocional en el personaje: una gran confusión en un momento que parece tocar fondo, para luego, resurgir comme il faut. Separada de un aspirante a escritor que la despelleja en cada página que escribe y con dos hijas pequeñas que atiende como puede ya que su trabajo de abogada penalista la absorbe, desbordada. Todo en medio de un juicio en el que se acusa a un conocido suyo de intento de asesinato. La película puede gustar por esa familiaridad que desprende la actriz Virginie Efira, que es lo más aproximado a una amiga que te cuenta sus problemas, su caos cotidiano. Victoria es una mujer desconcertada a la que se le acumulan las cosas, incluso la ternura y el amor llegan cuando más dramático es todo. Y en ese lío afectivo, de bajón anímico, se va cruzando lo privado con lo laboral, como ese surrealista juicio donde un simio y un perro pueden hacer decantar la balanza hacia un lado o hacia el otro. Repito, puede gustar porque pone muchas sensaciones en un solo personaje, porque en toda comedia con poso romántico existe siempre una posibilidad para que haya remedio, para que a la manera de una novela rosa todo fluya y que, tras una mudanza sentimental, queden las cosas en el lugar deseado.