CRÍTICADECINE
Deudas de amor pendientes
Se trata de una película pequeña, afable, moldeada en dos épocas, la del amor de juventud y la del paso del tiempo que no ha hecho menguar la atracción que ejerce un personaje sobre el otro. Como una historia romántica no resuelta que necesita de esa segunda oportunidad para reencontrarse. En La vida inmoral de la pareja ideal no hay puntos dramáticos reseñables, se desliza por un ciclo de seducción adolescente y se maneja con equívocos, barreras y malos entendidos para perfilar distancias entre dos seres hechos con relamida insistencia el uno para el otro. Almas virginales que conocen el tacto en la piel y el deseo en un rincón que llaman el fin del mundo pese a todos los obstáculos que se van presentando para marcar una separación que dura décadas. El realizador mexicano Manolo Caro, acercándose peligrosamente a la novela rosa o a la telenovela de la que México es especialista, propone una revisión de aquellos años juveniles para llegar al punto en que se ven de nuevo un hombre y una mujer que deberán ingeniarse dos planes simultáneos para hacer ver que han reconstruido sus vidas, y de ahí desarrollar un juego de equívocos, de enredo que quiere acercarse mucho más a la comedia ligera que a una historia dramática. De ahí que se entremezclen personajes dispares donde una sobreactuada Paz Vega, y en más de un momento el resto del reparto, caminen al borde del absurdo. Así pues, entre la nostalgia de un tiempo que se escapó y de buscar de nuevo un lugar mutuo, la película avanza pasando por la superficie para que todo resulte entrañable y grato a la mirada de un espectador que no ha de buscar más allá de un romanticismo níveo y transparente.