Hostia va, hostia viene

Es el cine como espectáculo colosal, como un fenómeno visual que no tiene tope. Es el mundo del cómic, las nuevas tecnologías y el espíritu de la franquicia llevado hasta el límite de sus posibilidades, donde hay que reinventarse a cada entrega, dando como resultado el material con el que se compone Thor: Ragnarok. Aquí no existe spoiler que valga, los malos son muy malos con un desarrollado instinto asesino a nivel galáctico, y los buenos son estupendos, aguantan lo que haga falta porque saben que en el guión pone que ganan. Entonces, ¿dónde está la sorpresa? ya que del superhéroe Thor, esta es la tercera entrega. Pues quitando drama aunque todo se derrumbe alrededor, aunque las llamas lo envuelvan todo, aunque el popular martillo deje de ser la marca con la que reconocemos al superhéroe. Porque cuando todo se va al carajo, siempre quedará el humor, la ironía, el ser un guerrero simpático. Y así se ha modulado este Thor al que Chris Hemsworth le da toda la cordialidad que puede. También es básico rodearse de algún cínico familiar, de otro superhéroe reconocible, y dar entrada a algo nuevo, aquí una valkiria y un gladiador de piedra. Sin olvidarnos de la muy villana y abyecta enemiga, con look a lo Maléfica. Tampoco es de desdeñar la galería de secundarios de lujo que se dan cita, o el cameo de siempre de Stan Lee. Waititi, director que lo hizo muy bien con la divertida Lo que hacemos en las sombras, ha sabido sacarle partido a lo que le han dado y ha aprendido la premisa, el guión poco importa, lo que prima es dar espectáculo, destruir a destajo, y repartir hostias sin tregua al ritmo de Led Zeppelin, y así poder llegar al paroxismo más absoluto.