Los libros y sus habitantes

Una frase inicial que resbala en una cálida voz en off dice que cuando leemos historias las habitamos, y esa sencilla sabiduría te desarma para toda la película ya que La librería es ante todo un hermoso homenaje a la literatura, a la pasión por leer, a ese lugar sagrado donde se puede notar esa esencia que emana de los libros y que te ha acompañado desde niño, algo que nunca vamos a encontrar en nuevos dispositivos sin alma, sin tacto, sin historia. Isabel Coixet ha firmado un trabajo sensible, delicado, de exquisita elegancia, que conmueve al narrar cómo una viuda de guerra anhela abrir una librería en un pequeño pueblo costero inglés pese a las trabas y trampas que le tiende la clase acomodada del lugar, seres empapados de maldad que utilizan todas sus malas artes para romper ese sueño. Pero La librería es mucho más, es una admirable demostración de amistad entre un hombre entrado en años, ávido lector y aislado por vocación, y esta mujer que habita entre los pliegues de la soledad y en la voluntad de que los libros le ofrezcan un espacio vital, formándose entre ambos un vínculo inquebrantable. El feliz descubrimiento de la literatura de Ray Bradbury, la apuesta decidida de romper moldes y despertar adormecidas sensaciones en los lugareños con la Lolita de Vladimir Nabokov y resistir al artero asedio al que se ve sometida con mucha más prestancia que sus ruines opositores marcan el emocionado pulso de esta sugestiva película que seduce en sus imágenes, en su medida contención, en sus lúcidos diálogos y en unas magníficas presencias actorales que dejan una sensación similar a la que sentimos tras haber leído un libro que nos ha cautivado.