Sucios, brutos y malos

ORO

Director: Agustín Díaz Yanes.

Intèrprets: Raúl Arévalo, José Coronado, Óscar Jaenada.

Cine: JCA Alpicat.

★★★✩✩

Todo es cambiante en la mirada crítica y en el calibre que aquellas producciones españolas de los 40 y los 50 que adoctrinaban –palabra muy de moda- a la parroquia con escenas cargadas de heroísmo patrio y discurso vergonzante, como aquella Alba de América de 1951 firmada por Juan de Orduña. Agustín Díaz Yanes junto a Arturo Pérez Reverte, tal como hicieron en Alatriste y los tercios de Flandes, dejados de la mano de Dios por una España mezquina, arrancan otra parcela de la historia, la época de los conquistadores y la búsqueda de El Dorado. Esa que Werner Herzog con Aguirre, la cólera de Dios o Carlos Saura con El Dorado ya adquirió carácter de epopeya sin épica, de locura, de bajeza, amarga, deshumanizada entre el barro y la muerte. Oro, narrada por un escribano del rey que va contando vicisitudes y penas, se acerca a aquellos hombres con espíritu bárbaro, rebotados de mil batallas, aventureros suicidas sin autoestima ni honorabilidad. Seres que se unían dependiendo de la zona de la que eran originarios, andaluces, extremeños, aragoneses, formando una especie de partida de fieros y brutales soldados que parecían haber salido del infierno, acompañados por dos mujeres, avanzando con padecimiento por la Amazonía, con un sacerdote fanático que convertía la religión en condena, y guías nativos intentando como el resto sobrevivir, asediados, matándose entre sí, traicionándose unos a otros entre la enfermedad, el miedo, el hambre y las escaramuzas. Hay en Oro un poso de abyecta verdad a la que un magnífico reparto da vida. Una desoladora crónica sobre la ambición y la maldad en el hombre que reafirma lo que fue, una deleznable historia.