La vida de los muertos

Cuando un presidente con expresiones grilladas pretende cerrar puertas entre Estados Unidos y México, la portentosa maquinaria de la Disney y la Pixar abren enormes ventanas que filtran el aire de un colorido país cuyas tradiciones y costumbres forman parte del imaginario global. Con inmensa destreza y oficio nos regalan una fusión entre el mundo de los vivos y el de los muertos, sirviéndose del arraigo al llamado Día de los Muertos, una noche que no aterroriza a nadie, sino que rinde homenaje a los que se fueron para que cohabiten unas horas con los que se quedaron, con alegría, con cariñosa añoranza, en perfecta concordancia. Una temática tal era una fuente inagotable de vivacidad en un personaje infantil que ama la música por encima de todo. Pero la música es tabú en la familia porque un antepasado con idéntica vocación abandonó a los suyos. Acompañado por un perro divertidamente chalado, el niño en busca de respuestas cruzará en un día tan señalado el puente que separa la ciudad de los vivos de la de los muertos. Coco es un viaje emocional, un encuentro con la verdad con personajes que forman un espléndido abanico de arquetipos de la cultura popular mexicana, de su historia y sus sentimientos. Coco, con un cromatismo y una riqueza visual extraordinaria, apela al respeto, a la familia, al reconocimiento, a la voluntad y se enclava dentro de títulos como aquel maravilloso cortometraje de René Castillo del año 2001 Hasta los huesos y en la misma medida en El libro de la vida de Jorge R. Gutiérrez del 2014. Claro, salvando las distancias que ponen juntas la Pixar y la Disney para deleitar y cautivar al público infantil…y al adulto sin complejos.