Gente del barrio

El talento inquieto de George Clooney le lleva de tanto en cuanto a ponerse detrás de la cámara y dirigir con solvencia y conocimiento del oficio. Lo que sucede con Suburbicon es que Clooney ha tomado un guión de los hermanos Coen y, pese a alguna pincelada propia, le ha quedado una película como la de los Coen, más ligera, pero con apuntes de aquella memorable Fargo. Más que nada por la coincidencia en sucesos y en alguno de sus personajes. La película nos remite a una zona residencial de la década de los 50 y, con una magnífica ambientación, asistimos a dos hechos que se entrecruzan. Por un lado, el odio racial propio de la época, con una familia negra que a mala hora se traslada a vivir al barrio, que será objeto de un acoso segregacionista salvaje, y por el otro, la trama más Coen, esa que con bastante cinismo transfigura una familia aparentemente modélica en personajes retorcidos, pérfidos, tremendamente perversos, planificando un hecho criminal que obviamente se convertirá en un verdadero lío, donde un par de matones sin brillo, un agente de seguros ventajista, un pariente con vocación de ángel protector del pequeño de la casa –un joven Noah Jupe que brilla en la película y que podemos ver haciendo doblete en Wonder– y una engañosa pareja encarnada con solvencia por Matt Damon y Julianne Moore le pondrán doble cara a una familia tipo. Aquí hay sarcasmo, patetismo y un relato inmoral que se respira de puertas adentro, como en un afilado relato de Roald Dahl. Con Suburbicon, Clooney no ha hecho un mal trabajo, eso es cierto, pero queda una pregunta en el aire: ¿Cómo hubiese sido esta película totalmente en manos de los Coen?