Una tragedia griega

Las películas de Yorgos Lanthimos son excelentes, un dechado de detalles cinematográficos estudiados al milímetro, pero también son agrias, crueles y duelen al ofrecer con constancia sensaciones de desasosiego utilizando un surrealismo que se enreda en la realidad y proporciona esa sensación de estar ante uno de los directores más notables, pero a su vez más terribles. Films como Canino o Langosta ya daban cuenta de su modo de estructurar historias, que desvelan los rincones más ocultos del ser humano, de una sociedad perturbadora, dando la sensación de ir un paso más allá en cada escena. Lanthimos es griego, se alimenta de tragedias griegas y las convierte en pesadillas contemporáneas. En El sacrificio de un ciervo sagrado se apoya en Eurípides y traslada la historia de Agamenón –castigado por la diosa Ártemis a sacrificar a su hija Ifigenia por haber matado a un ciervo en una arboleda sagrada y vanagloriarse de ello– al cabeza de una acomodada familia, un notable cirujano que dejó en la mesa de operaciones al padre de un adolescente que, entre sensaciones de piedad y pena, va cerrando una obsesiva relación que afectará a toda la familia de un modo feroz, inquietante, enfermizo. Hay aquí impotencia y estudio sobre la desesperación en seres que no han podido eludir ni el presente ni el pasado, y que han de conocer la venganza que proporcionará este joven, al que da vida con aterrador aplomo Barry Keoghan, manejando como títeres a un reparto con tablas y que eclipsa con marmórea imperturbabilidad. La película incomoda y contraría, te marca, te descoloca, te remueve, persiste y consigue clavarse para no dejarte en absoluto indiferente.

EL SACRIFICIO DE UN CIERVO SAGRADO Direcció: Yorgos Lanthimos. Intèrprets: Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry Keoghan. Cine: Screenbox Funatic. ★★★★✩