CRÍTICADECINE
Del amor y la muerte
El tema en sí te rompe el corazón. 120 pulsaciones por minuto te sensibiliza aún más si cabe. Por ello hay tal vez un decantamiento moral del público más hacia lo que representa que a sus resultados puramente cinematográficos, dado que estamos ante una película de más de dos horas y media en las que hay un exceso de diálogo, de información apresurada, de intercambios de opinión constantes que llegan a extenuar al espectador. Un espectador que por otra parte siente profundamente el drama al que asiste. A ese desgaste físico que va socavando a los enfermos de sida, a jóvenes que aman rabiosamente porque el tiempo se agota, que practican sexo con afán porque sobre ellos planea la despedida. La película se centra en la década de los 90 en la Francia de Mitterrand y en una asociación activista que emprende acciones contra farmacéuticas que dilatan sus responsabilidades; contra el poder político que evita a las víctimas de esta plaga que señala a homosexuales, prostitutas, drogadictos y extranjeros afectados por el virus; que asaltan colegios para alertar de tan trágico mal, un mal que a una parte de la sociedad les parece un castigo divino. Robin Campillo ha filmado con un realismo que congela la sangre unos hechos cargados de rebeldía, de amor sin futuro, de incendiaria protesta, de muerte anunciada, pero lleva como hilo conductor reuniones asamblearias que se eternizan y van minando la moral, en las que salen a la luz temas personales, recriminaciones y desacuerdos que incluso desvían la atención de lo que por otra parte se esfuerza en enseñar sin tapujos: la lucha y el miedo, los encuentros y los adioses, lo que te hace vivir y lo que te ha de matar.
120 PULSACIONES POR MINUTO Direcció: Robin Campillo. Intèrprets: Nahuel Pérez, Biscayart, Yves Heck, Antoine Reinartz. Cine: Screenbox Funatic. ★★★✩✩