CRÍTICADECINE
Querer ser
Durante parte de mi infancia y juventud he pertenecido a un barrio que ya apenas existe y, aún así, permanece intacto en la memoria. Era un barrio de gente trabajadora y niños gamberros, un lugar donde las alegrías y las tristezas eran comunes. Pero durante la adolescencia, uno quería salir de allí porque los amigos del colegio de pago vivían en otros mejores. Eran tiempos donde todo agobia, donde los problemas se multiplican por mil, donde nadie te entiende -o eso crees- y donde incluso la ciudad entera se puede hacer insignificante. Lady Bird me recuerda aquella mirada porque su protagonista, una adolescente de 17 años, vive en Sacramento, una ciudad de la que quiere salir porque nada allí la satisface y sueña en una universidad en Nueva York, donde todo bulle y nada se estanca. Es una joven que no se siente a gusto ni en su propia piel, que envidia esas bonitas casas de otros, que forma parte de una familia de clase media con problemas económicos aunque no hagan de ello drama alguno. Estudia en un colegio católico, hecho que alimenta su rebeldía, y el pulso que mantiene con su madre es latente. La actriz y guionista Greta Gerwin, todo un referente desde Frances Ha o Damiselas en apuros, escribe y se pone tras las cámaras para hacer un recorrido vital en un personaje que quiere construir y vivir sus sueños más allá del lado equivocado de las vías, marcando un pretendido tono biográfico, estructurando una magnífica película donde Saoirse Ronan se luce, así como el resto del reparto, y donde todo fluye hacia el inevitable y necesario aprendizaje vital. Ese que te dice que al fin y al cabo tu patria era aquel barrio y tu casa, aquella ciudad.
LADY BIRD Direcció: Greta Gerwin. Intèrprets: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Lucas Hedges. Cine: JCA Alpicat. ★★★★✩