CRÍTICADECINE
El estado de la cuestión
En cierta ocasión que se encontraban juntos los míticos Christopher Lee y Peter Cushing, una periodista les dijo: “Ustedes lo hacen muy bien interpretando a monstruos”, a lo que Lee contestó “Claro señora, somos británicos”. Y sí, buena parte del reparto que encarna a monstruos en La muerte de Stalin es británico, entre ellos, el ex Monty Phyton Michael Palin como Molotov, Jason Isaacs como el mariscal Zhukov o un extraordinario Simon Russell Beale como el sanguinario jefe de la policía y del servicio secreto Lavrenti Beria, apoyados por actores americanos como el gran Steve Buscemi como Nikita Kruschev o Jeffrey Tambor en el rol del primer ministro Malenkov, vamos, un lujo para una comedia más negra que las mentes de los mandatarios de aquella extinta Unión Soviética gobernada con instinto asesino por Joseph Stalin, tan apasionado a las “purgas” que, en el momento de su muerte, no pudo atenderle un buen médico porque se los había cargado prácticamente a todos. Armando Iannucci disecciona con mano maestra los dos días posteriores a la muerte del líder comunista, coloca a los miembros del Politburó en una maliciosa espiral de traiciones, engaños, intrigas y conjuras para ver quién de ellos se hacía con el poder, convirtiendo unos hechos históricos en una malévola sátira que dispara diálogos a una velocidad vertiginosa y ofrece giros y requiebros dentro de situaciones ridículas en un entramado muy serio. Un retrato de gente muy mala, ambiciosa y sin escrúpulos que te hacen reír con sus maquiavélicas ideas, pero también pensar, ya que eran parte activa de los que gobernaban el mundo. Por lo visto, una raza que no se extingue, ni mucho menos.
LA MUERTE DE STALIN Dir.: Armando Iannucci.: Intérpretes: Steve Buscemi, Olga Kurylenko, Andrea Riseborough. Cine: Screenbox Funatic. ★★★★☆