CRÍTICADECINE
El dolor y la culpa
En la animación japonesa hay algo incontestable, un verdadero gigante que hace de la fantasía su escenario particular, que crea mundos y personajes que devienen míticos en el imaginario colectivo, y que ha tenido su más preclaro exponente en el mago Hayao Miyazaki y su santuario en los estudios Ghibli. Por ello, otras empresas dedicadas a la animación prefieren extraer de la realidad sus motivaciones argumentales, en personajes inmersos en una sociedad con monolíticas costumbres sociales, abriendo fisuras en modos de comportamiento ancestral, obsoletos en temas como la igualdad de sexos o en una educación asentada en pilares machistas. La realizadora Naoko Yamada, que pertenece a la nómina de la Kyoto Animation, da un paso hacia adelante al trasladar al anime la historia diseñada por un maestro del manga, Yoshitoki Oima, sobre una niña sorda que sufre un persistente acoso escolar, especialmente por parte de un joven que hace del acoso su vía de escape. Así, recupera a estas dos figuras años después, en plena adolescencia, manteniendo a la protagonista en su fragilidad y arropada por los suyos, aunque arrastrando evidentes cicatrices emocionales, y al juvenil en otrora acosador implacable, en una profunda fase de arrepentimiento, en busca de una redención que lo ayude a recobrar la dignidad, la autoestima y la empatía que todos le han ido negando. La voz silenciosa pone el dedo en la llaga, afrontando temas como el acoso y el suicidio de manera directa, incluso cuando se intenta mitigar el dolor con sensibilidad, persistiendo y remarcando pliegues de conducta que afectan la vida de los que sufren un gran daño que hay que erradicar.
UNA VOZ SILENCIOSA Dirección: Naoko Yamada. Guión: Reiko Yoshida.: Cine: JCA Alpicat. ★★★★☆