Donde habita el olvido

No se le puede negar a Marine Francen una delicadeza notable y una manifiesta belleza visual perfectamente trenzada en la historia que nos cuenta en esta, su primera película. Haber sido ayudante de dirección de Michael Haneke y Olivier Assayas le ha servido para marcar los tiempos narrativos, congelarlos ante una imagen poderosa, sin perder ni un ápice de carácter, así como para desarrollar este film con alma de mujer, y desde la libertad de adaptar la novela corta de Violette Ailhaud que, en edad tardía, escribió El hombre semen y el relato de un pueblo habitado sólo por mujeres, tras la represión de Napoleón III contra los republicanos en 1852. Es una sociedad distópica cerrada en sí misma por un apesadumbrado aislamiento en época de cosecha, en el deseo forzosamente contenido, cuando contrariamente es el tiempo en que los sentidos son irrefrenables. La llegada de un hombre del que nada se sabe forzará alianzas secretas por compartirlo, mientras el tiempo transcurrirá reavivando la pasión en un laborioso día a día.

En La mujer que sabía leer, se distinguen algunos rasgos de El seductor, de Don Siegel, pero mantiene otro tono argumental menos radical. Reposa en su extraordinaria estética, en la penumbra de los austeros interiores contrastando con la luz dorada exterior, la de los campos de trigo y las gentes que los trabajan como en los cuadros de Van Gogh o Millet, en gran parte gracias a una magnifica fotografía de Alain Duplantier. Marien Francen aporta serenidad a un relato cargado de tensión interior. Sabe lo que quiere, y lo muestra desde una delicada y personal perspectiva femenina. Eso es lo que hace que la película respire.

LA MUJER QUE SABÍA LEER Dirección: Marine Francen. Intérpretes: Geraldine Pailhas, Alban Lenoir, Pauline Burlet. Cine: Screenbox Funatic. ★★★★☆