CRÍTICADECINE
El arte de vivir
Admirada con razón, de una sencillez aplastante, Agnès Varda, con una trayectoria cinematográfica extraordinaria –de Cleo de 5 a 7 pasando por Sin techo ni ley hasta Los espigadores y la espigadora, por citar algunos ejemplos– conserva su aura mítica intacta desde los tiempos de la Nouvelle Vague y, sin embargo, mantiene una mirada de niña curiosa, una sabiduría humilde que la hace cercana y eso queda expuesto de una forma espontánea en este trabajo a dúo con el artista JR, especializado en realizar fotografías de gran tamaño y pegarlas en lugares diversos. Caras y lugares es arte en esencia en un viaje por la Francia norteña, en el que Varda y JR, separados por más de medio siglo de edad entre ambos, ejercen una complicidad absoluta, cantan juntos en la camioneta, visitan pueblos y se conexionan con el vecindario, practican la voluntad de la memoria colocando enormes imágenes en casas viejas de mineros que activan la emoción, en lugares abandonados habitados por el recuerdo, en muelles como el de Le Havre con las mujeres de los estibadores, en el hormigón de un derruido búnker en Normandía con la evocación efímera de un amigo que ya murió, visitando la tumba de Cartier-Bresson o en la inane visita al anacoreta Godard. Caras y lugares es un ejercicio de exploración, de interrelacionarse con personas anónimas y hacerlas grandes y visibles, de seguir aprendiendo de la vida demostrando que el cine, como la fotografía, no ha muerto, que está vivo, que respira entre paisajes e identidades, que nos acerca a una gran cineasta, porque todo en esta extraordinaria mujer tan amable, tan humana, tan prudente, es sincero, como debiera ser el cine siempre.
CARAS Y LUGARES Dirección: Agnès Varda, JR. Cine: Screenbox Funatic. ★★★★☆