CRÍTICADECINE
Crónica del desasosiego
Esta es una película fantasmal, pues son esos fantasmas que marcan la ausencia los que habitan en rincones del pasado, los que crean incertidumbre e inquietud hasta llegar a ser incómodos en la memoria. Marguerite Duras. París 1944 es una película casi susurrada hilvanando escenas con los escritos que derivaron en la publicación de El Dolor, que narra la ausencia del marido de Duras, como ella miembro de la resistencia y deportado por la Gestapo. Ese tiempo de angustia sobre el presente incierto, sobre la espera, mueven una película que cada vez se encierra más y más en sí misma, con esa voz en off que detalla las sensaciones anímicas de una mujer destruida por la confusión, en un deprimente estado emocional a raíz de una búsqueda incesante. Se entablan extraños vínculos con un policía colaboracionista en citas que aportan más dudas en una ciudad ocupada; la relación con sus amigos resistentes es extraña, tan amorosa como deprimente, hasta llegar al estallido de la paz que aporta aún más inquietud, a ese regreso de los prisioneros de los campos de exterminio, a la lucha contra el tiempo, ese tiempo que se alarga sin saber quién volverá y quién no.
Todo en Marguerite Duras. París 1944 es un vagar entre el humo de los cigarrillos, en una casa desolada por la nostalgia, por frases tristes sin esperanza, donde la figura de la Duras se desdobla o se recarga de dolor con la desgracia de otros. Incluso en los reencuentros hay melancolía, y toda esa exposición de un sentimiento constante, de un desasosiego pegado en la piel se respira en la película, la ralentiza, la lleva a un discurso bello por la riqueza de las palabras, pero demoledoramente desalentador.
MARGUERITE DURAS... Dir.: Emmanuel Finkiel.: Intérpretes: Mélanie Thierry, Benoît Magimel, Benjamin Biolay. Cine: Screenbox Funatic. ★★★☆☆