CRÍTICADECINE
Ella es el padre
La historia sería una de tantas si no fuese porque el director Nadir Moknèche promueve una visión que transita por un mundo donde no se acostumbra a narrar temas como el que desarrolla Lola Pater. Zino, un joven francés con raíces argelinas, tras el fallecimiento de su madre va en busca de un padre que se fue de casa hace ya dos décadas. El tema es recurrente en esencia y nos predispone al reencuentro, a extirpar rencores y justificaciones al abandono dando oportunidad a redimirse y perdonarse. Lo que sucede es que el susodicho padre se ha convertido en una mujer y el tema de la transexualidad en la cultura magrebí es delicado. Moknèche salva este obstáculo y se interesa más en las relaciones paterno filiales, en la personalidad de un ser que hace de su elegancia, de su marcada personalidad, la fuerza y la carga dramática de esta película. Los sentimientos se entrecruzan y el rechazo por parte del hijo, afinador de pianos con alma de artista -como artista es su padre-, queda inmerso en contradicciones que lo alejan o lo acercan a la figura de su progenitor en cada reencuentro. Y en un París donde el pasado y el presente se manifiesta, se desarrolla un relato calmado, pausado, con más silencios que palabras, donde cada personaje muestra sus fortalezas y sus debilidades anímicas. Lola Pater es una película sin estridencias, intenta resbalar por sí misma aunque llegue a languidecer en su buscada delicadeza y da gracias sobre todo a una presencia inconmensurable, en su mirada, sus gestos y su estilo, de una Fanny Ardant que se reafirma como una de las más grandes actrices que ha dado el cine francés, que se come la pantalla y, por supuesto, la película.