El vengador implacable

No recuerdo una sola escena de la primera entrega de esta saga, por lo tanto, ver esta segunda se antoja como una nueva puesta en marcha tras el reset. Es lo que tiene el cine de consumo rápido, que tal como viene se va, tan sólo se precisa de él que sea entretenido, al menos el tiempo que marca el metraje. Lo cierto es que The Equalizer 2 arrastra con complacencia esa mirada al héroe complicado, al tipo que tiene su cara y su cruz, su lado moral intacto, y su borroso pasado como penitencia.

Antoine Fuqua, al que le debemos una buena película, Training Day, un bagaje bastante discreto, vuelve a echar mano de su actor fetiche, Denzel Washington, –que no es poco– para colocarlo en el centro del huracán, –no es una frase hecha, sino una constancia– y jugar a la ambigüedad que da un personaje de este tipo, misterioso, reservado, violento y cerebral, dentro de un producto ciertamente conservador que a través de ese mismo personaje, lanza pinceladas discursivas sobre ser íntegro dentro de un mundo deshonesto. Y como el que no quiere la cosa, el guion se aprovecha de que vivimos en tiempos en que en la memoria es fugaz, que poco o nada permanece, para hacer moldes de otras producciones de los años 70 y la década de los 80. De este modo, Washington asume el rol de justiciero de la ciudad, como ya hizo en su día Charles Bronson, y rigiéndose por códigos de extraña ética, tomar cumplida venganza de aquellos desaprensivos que pueblan este podrido mundo. Da igual que tengas ADN mafioso o que seas un chorizo de tercera, la conducta de este equalizador filtrará tus intenciones antes de que ni tan siquiera las pienses, y basándose en la fidelidad a lo que cree justo, se convertirá en un adalid de una justicia muy particular. Moviéndose en diversas tramas y subtramas, este chofer, –parece que es su profesión– entrará en una madeja más compleja, donde el reencuentro con antiguos compañeros de misiones secretas abrirá la caja de los truenos. La sed de venganza hará todo el resto. En esa ralentizada acción en su tramo final que se estira hasta lo cansino, también vale la pena recordar cierto aire de western, de aquel El jinete pálido donde Clint Eastwood iba liquidándose a sus oponentes uno a uno. The Equalizer 2 abre dilemas sobre una idea de justicia que se repara a base de hostias y tiros, y para eso, ahí está el héroe triste, dispuesto a enmendar la plana a todo desaprensivo que se le ponga delante, y de este modo, resarcir los daños causados y ajustar cuentas, y en eso, el personaje es resuelto y enérgico.