Soledad de un fantasma

Cuando dos mundos contrapuestos pero vinculantes, tanto que no se entendería el uno sin el otro como es la vida y la muerte, se diluyen entre sí, lo que queda ligado entre la existencia y el final, entre lo que fue y lo que es, son fragmentos como los recuerdos, la historia de los lugares donde se habitó, que a su vez fueron lugares de otros, las sensaciones y el paso de los días, los sentimientos que quedan estancados en el aire, el amor intangible y la soledad y el vacío que provoca todo eso en quienes han perdido a alguien que no podrán sustituir, y en el plano más abstracto, más espiritual e incorpóreo, en los propios muertos.

A Ghost Story es la historia de un fantasma que no provoca miedo alguno, pues lo que el realizador David Lowery propone es una profunda historia de amor inmaterial, y ese fantasma es la imagen más pura de la soledad y la tristeza, y esas imágenes tan depuradas entre la cadencia de la música, su impoluta presencia invisible ante los mortales, y por ende ante su amada, genera pesadumbre, ese vínculo entre la vida y la muerte que ni se roza, pero que recorre existencias separadas para siempre.

Un formato 4:3 simplifica su visualización, casi como si un cineasta amateur e invisible acompañase a ese fantasma por los rincones que quiso en vida, que es testigo de esos lánguidos paseos entre el paisaje y las estancias de la casa, que observa a su amada que a su vez ha quedado encasillada en una nada cotidiana a causa del fallecimiento de su esposo, logra un punto filosófico importante, incluso no esquiva la lentitud del tiempo, por momentos incluso se hace insufriblemente sosegada, pero ese punto es el que también consigue que conectemos con un ser que se resiste a abandonar todo lo que era propio. A Ghost Story no precisa mostrar un espectro complejo, su presencia es incluso lo más cercano a una visión infantil de un espíritu, una simple sábana y dos agujeros que muestran el vacío interior.

Tiene esta película atmósfera de un cine libre e independiente, y desde ese lugar hay un magnífico trabajo técnico, visual, de belleza en el encuadre, de profunda reflexión sobre lo dolorosamente inevitable.

Una melancólica mirada diferente, original y poderosamente magnética que guarda en su metraje toda la carga sentimental que hay tras la pérdida, entre esa línea que separa lo vivo, lo que es palpable y tangible, de lo que ya no está, de lo que tan solo perdura en la memoria, como en esta historia, tanto la memoria de los vivos como la de los muertos.