CRÍTICADECINE
Los amores equivocados
Una de las frases cargadas de verdad que dejó para la posteridad el escritor ruso Anton Chéjov sentencia que: Los infelices son egoístas, injustos, crueles e incapaces de comprender al otro. Los infelices no unen a las personas, las separan. Y en su pieza teatral La gaviota refleja en cada uno de los personajes una infelicidad extrema, mal de amores que envenenan y no tienen antídoto, que envuelven todo con un halo de tristeza que flota en el aire. Los personajes de Chéjov se instalan en el drama como una forma de vida, haciéndoles mella. Michael Mayer sabe lo que son las tablas del teatro y los textos de Chéjov, dirigió Tío Vania, por ello, al trasladar La gaviota al cine, no ha perdido ese territorio donde como en un escenario,todos se encuentran, pero también logra que puedan perderse por esa casa solariega, entre lagos y bosques para ir arrastrando sus apasionadas desdichas. Cada personaje se dibuja a sí mismo, sus deseos emergen desde una postura férrea hacia sentimientos equivocados, pues la pasión de uno no es la del otro, convirtiéndose en prisioneros de un destino erróneo. Todo es elegante en su superficie, en una clase burguesa donde conviven una egocéntrica actriz que lo todo lo gobierna aunque sin poder salvarse de ser también esclava del amor; un joven con alma suicida; un viejo siempre entre la agonía y los sueños rotos; un escritor caprichoso; la enamorada que ha puesto luto a su vida, o la joven seducida y destruida como indefensa gaviota. Teatro filmado para tratar un tema viejo como el tiempo, la infelicidad del amor. Y en un flash back prólogo/epílogo, admiramos un cine sutil no exento de maliciosa crítica sobre lo que somos.