Libros y emociones

Adaptación de un verdadero best-seller. Una historia romántica y amable con pinceladas de drama que respira y destila –aparte de ginebra– una amabilidad, sencillez y una calidez que logra acercarnos a los personajes y al encanto de esos argumentos británicos anclados en la década de los 40, en los que no hay sorpresas súbitas, sino que resbalan por sí solos porque están cargados de humanidad, de gente que no entra, ni quiere, en laberínticos dilemas, y que obedecen más a los sentimientos, al arte de ser ellos mismos que a maldecir los malos momentos pasados, que pueden apesadumbrar pero que no evitan que la vida fluya y ellos con ella. La sociedad literaria y el pastel de piel de patata, un título larguísimo pero que tiene su lógica por lo que representa en el devenir de la trama en manos de Mike Newell, de trayectoria cinematográfica dispersa pero recordado por Cuatro bodas y un funeral, logra enganchar desde un principio, cuando las tropas alemanas invadieron la isla inglesa de Guernsey y un grupo de habitantes tuvieron que inventarse un club literario al ser sorprendidos en plena noche de toque de queda cuando regresaban alegres tras haberse comido un cerdo asado escondido a la vista de los invasores, algo extraordinario pues todo había sido confiscado por la tropa.

Y con respecto a ese pastel de piel de patata es lo que pudo traer al convite un invitado, un anciano interpretado nada más y nada menos que por el legendario Tom Courtenay, inolvidable en La soledad del corredor de fondo. Esa isla de Guernsey, con su paisaje, sus acantilados, su costa salvaje, su atmósfera aislada llena de magia, se convertirá en el centro de una historia de recuperación de la memoria cuando cinco años después de finalizada la II Guerra Mundial, un cruce de correspondencia epistolar entre uno de los miembros de la sociedad literaria y una escritora de éxito hará que ella viaje al lugar a conocerlos en sus tardes de lectura, alargando su estancia a medida que la joven va descubriendo secretos y emociones y empatiza con esa atípica sociedad, postergando sus compromisos tanto sentimentales como profesionales.

Ambientada al detalle, cosa no muy sorprendente cuando se trata de una producción inglesa, con cierto aire a aquellas entrañables películas de los estudios Ealing que entre los años 40 y los 50 produjo un buen puñado de obras maestras, transcurre esta emotiva crónica de amor a los libros y sentimental con fondo rosa, sí, pero estupendamente contada como aquellas películas de antes, de las que ya no se hacen.