CRÍTICADECINE
Terror psicodélico
Cine: Screenbox Funatic.
País
: EEUU. 121 min. Director: Panos Cosmatos. Intérpretes: Nicolas Cage, Andrea Riseborough.
Teniendo en cuenta que es precisamente eso lo que pretende el realizador, hay que intentar visionar Mandy como una esquizofrénica historia de venganza típica y tópica que tiene su fibra en el modo en que se fabrica, en cómo se dimensiona desde sus planos visuales, donde todo el cine de terror tiene su referencia, incluso en el campo de la animación para adultos recordando al estilo de Ralph Bakshi. Tal vez por ello, el aficionado al género verá en esta película toda una gran experiencia para dejar grabada en la memoria.
Y cómo no, aparte de su desenfrenada potencia estilística, algo de lo que Cosmatos ya andaba ofreciendo con Beyond The Black Rainbow, del 2010, está la presencia cada vez más inclasificable de Nicolas Cage, un actor capaz de lo mejor y de lo peor, pero profesional hasta el cansancio, y aquí concretamente totalmente enajenado en su ansia de venganza.
La historia de Mandy es de manual: un leñador que vive muy tranquilo pero siempre con cara de resentido de la vida junto a su esposa en pleno bosque –ella muy dada a la literatura fantástica, a ilustrar mundos y héroes extraños– serán asaltados en plena noche por una extravagante secta, y unos moteros infernales darán por finalizado de un modo truculento el idílico estado de la pareja, algo que se aprecia en la primera parte de la película, que hasta el momento era más de droga blanda. A partir del trágico suceso, todo es droga dura, un festín de sangre y muerte donde Cage ejerce de exterminador a lo bestia, generador de pesadillas todavía más desquiciadas, involucrado hasta los huesos en esta carnicería que tiene visos de entrar en la galería de las más feroces películas del género.
Y estando así las cosas, que nadie se sorprenda ni se agobie viendo Mandy. Es lo que hay, puro paroxismo visceral y mucho experimento estilístico de un director que lo que es seguro no deja indiferente a nadie.