La vida y nada más

Hace ya más de 15 años, uno no pudo por menos que maravillarse ante el primer documental de un anónimo Isaki Lacuesta titulado Cravan vs Cravan en torno a un poeta que boxeaba y que desapareció en el mar. Después han llegado más trabajos y ya no solo es conocido, sino muy reconocido en premios por su solvencia cinematográfica. Tras doce años de La leyenda del tiempo en torno a la infancia y los anhelos de dos hermanos, Isra y Cheíto, en la Isla de San Fernando gaditana, Lacuesta regresa para mostrarnos a estos dos personajes ya adultos, uno enrolado en la marina, estable en su matrimonio, soñando con abrir algún día una panadería; el otro, Isra, el que lleva el peso de esta historia que linda entre la ficción y el documental y donde la improvisación los convierte en ellos mismos, saliendo de la cárcel para encontrarse con el rechazo familiar, con tres hijas pequeñas que son lo único que lo ilumina, y con todas las taras que lo llevaron al hundimiento personal, traumatizado por la muerte violenta del padre, y por un pasado de drogas que lo envió al infierno. Ahora, intentará recuperar la fe, la posibilidad de una vida mejor, pero está asociado al fracaso, a la falta de oportunidades, a la imposibilidad de regenerarse ante una realidad tatuada de desgracias. Hay en Entre dos aguas, realismo, partos y actos de amor, cansancio y ambiente miísero, tragedia de un presente estancado y un futuro inexistente. Todo desarrollado con el sello de lo auténtico, aun arrastrando un excesivo metraje y esa nada cotidiana que se repite con constancia, detalles, sin embargo, que no son obstáculo ante la incontestable maestría de Lacuesta para mostrar pura veracidad.