CRÍTICADECINE
La nostalgia del ladrón
Cine: Screenbox Funatic.
País: España. 2018.
Director: León Siminiani.
Género: Documental.
Duración: 85 minutos.
Después, entre permisos y finalmente puesto en libertad, oculto tras una máscara, el Flako se convierte en un amigo, estrechando vínculos afectivos, de familia, de ideas y de dudas, y eso es lo que convierte esta película documental en fragmentos cotidianos, en el hecho de contar una crónica particular y abrirla al espectador sinceramente, con todas las indecisiones y reparos por parte del cineasta, y esa franqueza nostálgica con la que el atracador desvela su personalidad, sus recuerdos infantiles, la influencia ejercida por un padre butronero, elevando su figura más allá de lo puramente delictivo, aportando también la mirada de los afectos que se alternan con traumas de haber vivido desde siempre en el lado salvaje.
La palabra “apuntes”, que al cinéfilo lo retrotraerá a trabajos de Pasolini, en manos de Siminiani son un compendio de ideología delictiva, de técnica de robo a través de las tripas de una gran ciudad, su alcantarillado, de la inteligencia al servicio de apropiarse de lo ajeno incluso con la idea del ladrón que roba al ladrón, del subidón de adrenalina cuando se arriesga, de repaso a los artistas de guante blanco de tan singular disciplina, que tiene su máxima expresión en el italiano Albert Spaggiari, pero sin olvidar que tras el personaje hay un ser humano muy normal, rehabilitado, cuyas hazañas propias y ajenas son ya solo recuerdos, como esa canción que no puede olvidar, La pared, de Bambino, que siempre ponía su padre después de cada atraco.
Hay en este documental experiencia propia del realizador, no se esconde nada, no se dramatiza, todo es vivaz, inteligente. Tan natural que su construcción, desarrollo y desenlace es más motivo de celebración que de cualquier otra cosa.