CRÍTICADECINE
La doble moral
El cine polaco es de trayectoria brillante, con personalidad en un buen número de cineastas desde Dziga Vertov, Andrzej Wajda, Krzysztof Kieslowski o Roman Polanski hasta Agnieszka Holland, Pawel Pawlikowski y, ahora, Malgorzata Szumowska, conocedora de las virtudes y las taras de su pueblo. Mug muestra a una familia polaca rural, religiosa como toda la comunidad pero vestida de esa doble cara tras los muros, donde la homofobia y la burla son temas recurrentes. La directora se mueve entre dos casos reales: por un lado, la construcción de una gran estatua de Cristo que ha de superar al de Corcovado en Río de Janeiro, y para eso hay fe y ganas de demostrar que se es más pío que nadie sobre la tierra; y por otro, el de Jacek, un joven vital, amante del heavy metal, enamorado de su chica, aunque un tanto discordante con el entorno. Un ser libre, al que un accidente laboral durante la construcción del gran monumento cristiano le desfigura el rostro. Y es ahí donde Szumowska entra de lleno en la cuestión moral, cuando tras una dificultosa operación Jacek pasa a ser un ser de rasgos deformes, grotesco ante la mirada de la gente que en un principio y ante la necesidad de dinero para seguir el tratamiento, manifiesta su aflicción, su adhesión aunque, con el paso del tiempo, todo será vacío, mezquindad, ruindad. Mug es una corrosiva mirada sobre la condición humana en tierra de patéticos y cómicos exorcismos, de intereses solapados por una fe de cartón piedra, todo mostrado ante una cámara que mira fijamente a un país estancado en su propia inercia. Y es que como señaló el escritor Robert Burton, “ahí donde Dios tiene un templo, el demonio levanta una capilla”.