CRÍTICADECINE
Patética monarquía
En el siglo XVIII, y para calmar una guerra que ha dejado tanto a Francia como a España desgastadas, ambas casas reales deciden unir lazos que garanticen estabilidad. Y para ello determinan casar al joven Luís I Principe de Asturias (15 años) con Luisa Isabel de Orleans (12), y por otra parte, a Luís XV (11), con María Victoria de Borbón (4), sí, cuatro añitos. Este entramado llamado al fracaso tiene otras figuras relevantes de por medio, como Felipe V de España, aunque francés, llamado ‘el Animoso’, pese a que en la película este personaje sea del todo turbador y voluble. Marc Dugain ha retratado con sentido de la fidelidad un tiempo de reyes que pone en tela de juicio para qué sirven, pues en verdad en Cambio de reinas todo es egoísmo y vanidad. Hay desgana, dudas y formalidades absurdas en la espera improbable de que todo fructifique, pues Isabel de Orleans no está por la labor y es una rebelde consumada, mientras que la niña Borbón es eso, una niña que juega con muñecas y le faltan años para poder engendrar, algo que obsesiona a la monarquía para perpetuarse en el poder.
En este entramado febril, la película se enriquece de una fotografía que deviene cuadros perfectos de la época, en unas adecuadas actuaciones para entender las miserias humanas de palacio bajo la amenaza de la muerte que tanto les obsesionó y con razón. Regentes, seres de costumbres y decisiones estrafalarias, rodeados de inútiles y ambiciosos secundarios.
En un momento en que el cine de reyes y reinas está en auge –solo hace falta ver la cartelera– , la película da a conocer unos hechos históricos patéticos, casi cómicos, esperpénticos, tanto como aquellos que los llevaron a cabo.