CRÍTICADECINE
La vida sigue
Cine: Screenbox Funatic.
País
: Francia. 2018. Directora: Mia Hansen-Løve. Intérpretes: Roman Kolinka, Suzan Anbeh.
Gabriel, un corresponsal de guerra secuestrado durante cuatro meses en Siria, es liberado junto a un compañero. No hay imágenes que acompañen como documento ningún tipo de tortura, tan solo una escena en la habitación de un hotel, en la que ese hombre duchándose muestra partes de su cuerpo magullado, insinúa la pesadilla vivida y, mirándose, busca reconocerse, saberse él mismo. Su reencuentro con la realidad lo oprime, necesita cambiar de aires, ya no para entender un futuro sino para identificarse en el presente. De este modo, Gabriel viajará a la India, donde se hallan partes de sus raíces, a una ruinosa casa que fue veraniega de una familia que se rompió hace años y, de este modo, trazar un viaje iniciático plagado de detalles, de reencuentros con pedazos de su pasado, de búsqueda sin saber el qué, de adormecer ese impulso del periodista metido en mil conflictos que todavía anida en él. Y en ese recorrido aparecerá la figura de Maya, suavemente, como un susurro, una presencia que despierta sensaciones y que coloca al personaje en una delicada tesitura, entre el amor y el destino, entre lo bello correspondido y la voluntad interior de seguir un camino que lo ha de devolver a su vocación, como una enfermedad que no sabe explicar. Maya se desliza por unos parajes exóticos sin mirada de turista sino de testigo mudo de silencios y contención, respetuosamente, casi como un recorrido emocional por un lugar mágico donde el tiempo parece detenerse a cada paso, a cada instante. Mia Hansen-Løve posee esa capacidad de embellecer el detalle, de reposar las escenas, de hacerlas naturales, como si nada sucediese mientras en el interior de las personas sucede de todo. Cada película que hace la reivindica más como una cronista de crisis anímicas que, sin embargo, sobreviven a los golpes invisibles, a la tristeza, a esa perpetua inestabilidad que transita por dentro. Siendo eficazmente actual, su cine tiene ese eco que admiramos en películas en cualquier tiempo filmadas con el propósito de reconocer a los demás y, también, por qué no, a nosotros mismos.