CRÍTICADECINE
Nace una República
Cine: Screenbox Funatic.
País: Francia.
Director: Pierre Schoeller.
Intérpretes: Gaspard Ulliel, Adèle Haenel, Denis Lavant.
La Revolución Francesa posee componentes extraordinarios para poder contarse desde diversas perspectivas y no pocas producciones dirigidas por grandes cineastas dan crédito de ello. El realizador Pierre Schoeller compone una elaborada epopeya que abarca desde la toma de la Bastilla en 1789 hasta la muerte en la guillotina del rey Borbón Luís XVI, y lo hace jugando a varias bandas, desde la óptica de una familia involucrada en cada episodio del famoso alzamiento de un pueblo empobrecido contra la corona, pasando por los representantes de la Asamblea Nacional, donde Danton, Robespierre, Lafayette o Marat dicen la suya, hasta llegar a la hierática figura del rey, reprimiendo, aceptando una constitución con cesiones pero que lo dejaban en una situación favorable y, finalmente, sentenciado a muerte. Un pueblo y su rey sufre ciertos altibajos al entremezclar el drama de unos hechos sangrientos con esa ficción proporcionada por personajes que se intercalan con otros de enorme peso histórico. La crónica de seres anónimos, alguno de ellos con poca enjundia, con esa lección de momentos esenciales en el devenir del futuro de un país que se debate entre mantener una monarquía o, por el contrario, erradicarla para instituir una república.
Dentro de ese mosaico, destaca el tejido con el que la película nos acerca a un cambio político que ha marcado el presente de otros, de quitarse de encima viejas leyes proteccionistas para abrir una democracia que diese voz a aquellos que eran invisibles y que al fin y al cabo formaban el corazón mismo de un país. Como también los interesantes diálogos y reflexiones de personajes en busca de razonamientos que tienen plena vigencia hoy día. Frases como la que un ciudadano pronuncia desde la sabiduría de un pueblo escarnecido y humillado: “La constitución es un contrato. Si nos pone en peligro pues se rompe y hacemos otra. ¿Dónde está el problema? Eso no es anarquía, es justicia”.
Pese a momentos que no acaban de encajar a causa de una evidente ralentización narrativa, Un pueblo y su rey guarda más de una seria consideración sobre el devenir de los días.