El buen Karma

Esta película que adapta un best-seller que visto lo visto se aproxima y mucho a un manual de autoayuda, a esa corriente positiva que coloca en el Karma de cada uno pasado, presente y futuro y el resto en la magia de que todo ha de salir bien porque el personaje lo merece, guarda en el optimismo toda su razón de ser. Porque el protagonista es un hindú que aunque ratero y estafador, guarda una bondad a prueba de cualquier adversidad. Tiene una actitud positiva, pese a que recorra medio mundo de forma totalmente accidentada, de que se enamore y Karma le juegue malas pasadas, de encontrarse con personajes variopintos que lo pueden hundir o levantar hacia ese pretendido happy end.

Ken Scott hace que la película sea entretenida, fácil y tópica, coloca a Aja –así se llama el hombre– frente a unos niños y les explica su historia para encarrilarlos por la senda del bien, y para ello utiliza la voz en off, y toda la puesta en escena de su odisea personal para cumplir promesas, para encontrar el amor y sobre todo para ayudar a los demás, vamos una alma pura y cristalina, enganchado a las tiendas de Ikea, metido en problemas de inmigración que aquí se tratan desde la esperanza, y esa obligación moral de convertirse en un ángel que hace realidad los sueños de los desheredados de la tierra.

Se supone que con el título que se le ha dado en España al film y con lo que se muestra, los suecos habrán soltado buena pasta. De por medio, huidas complicadas, idas y venidas, penas y alegrías e incluso bailes a lo Bollywood para al final tener el karma que se merece el personaje, y eso es fácil de adivinar, mucho más que montar un mueble de la marca sueca.