Épica y estética

Un gran director siempre resurge porque su talento se lo permite, y Zhang Yimou es un claro ejemplo de ello. Si en su filmografía última parecía haber perdido el rumbo, con Sombra vuelve a orientarse, a perfilarse como un gran referente. El director de películas como Sorgo rojo, Vivir o La linterna roja, se mueve con maestría dentro de una historia feudal, compleja entre intrigas palaciegas, traiciones, el recurso del doble, el intercambio entre personajes que promueve el eje vertebrador de una trama épica, en el que el yin y el yan forman los polos que separan y a su vez encajan un argumento que se apoya sobremanera en el aspecto visual y en una extraordinaria fotografía de Xiaoding Zhao, que desarrolla todos los matices del gris dentro de una película de un cromatismo excepcional, resbalando entre imágenes reposadas, contrastando con otras plenas de acción, sangre y muerte.

Yimou muestra un pedazo de la China histórica y de leyenda húmeda, bajo una persistente lluvia, y ese efecto forma una visión parecida a la tinta cuando se mezcla con el agua, como si se tratase de un exquisito experimento que degrada el color a favor de una insólita creatividad. Y en ese estado, Yimou nos sorprende con coreografías imposibles de lucha de gran belleza y con inventos sorprendentes, como esas elaboradas sombrillas formadas por dagas que sirven para todo, como armas letales o como recurso para avanzar entre el enemigo.

Yimou logra con Sombra esos momentos de estética interior e intimista perfeccionista en decorados y detalles, así como a los que tienen el pulso de la epopeya, del sacrificio, de los héroes perdidos, de un cine con sello propio.