Aquella vieja gloria

Esta es la vuelta al cine después de diez años de Juan José Campanella, uno de los grandes realizadores argentinos tras El secreto de sus ojos, aunque de por medio esté la producción animada Futbolín que, siendo un gran éxito comercial, no nos sitúa dentro del más que reconocible cine de este director que atesora joyas aparte de la mencionada como El mismo amor, la misma lluvia, Luna de Avellaneda o El hijo de la novia.

Para la ocasión, Campanella ha recurrido a una estupenda película de 1976, Los muchachos de antes no usaban arsénico, dirigida por José A. Martínez Suárez. El resultado de este remake no desmerece, incluso existe un aire decadente y cómico perfectamente tomado de aquella, además de colocar un sello distintivo del estilo Campanella, ese que da fuerza y armonía a los diálogos que son como alfileres que se clavan sin compasión en la resistencia del otro, desarmándolo o, por el contrario, manejándose con extrema dulzura cuando estos se entablan entre seres que se quieren. El cuento de las comadrejas, bichos que pululan por la decadente y aislada casa donde todo sucede, sirve para hablarnos del intrusismo, del mal que puede causar lo que viene de afuera para modificar lo de dentro. En aquella mansión donde pervive el recuerdo de tiempos dorados vive Mara Ordaz, una vieja gloria del cine, una especie de Gloria Swanson con todos los tics inevitables de quien fue aclamada y que ahora habita en el olvido junto a su marido, un actor de segunda inválido y fiel, además del que fue el director de sus grandes éxitos y el guionista de los mismos. Cuatro personajes con secretos inconfesables que desde la nostalgia han creado un microespacio donde ya nada les afecta, donde difícilmente llegará gente mala a romper esa estabilidad con mucho de tristeza y no poca mordacidad. La llegada de dos jóvenes carroñeros vendrá a romper la rutina, a provocar un juego siniestro de intereses y mentiras. El cuento de las comadrejas es una comedia negra donde la palabra es hiriente, la condición humana miserable, enfrentando a dos generaciones en un juego macabro. Singular, divertida, ocurrente y astuta, perfectamente sustentada por un reparto de lujo donde destaca la veteranía de la gran Graciela Borges y Luis Brandoni, la solidez de Óscar Martínez, la ironía de Marcos Mundstock, uno de los pilares de Los Luthiers, y el estar de la española Clara Lago y Nicólas Francella, hacen de esta película una delicia o, lo que es lo mismo, otra más de Campanella, que es muchísimo.