CRÍTICADECINE
El retorno a casa
Cines: Screnbox Funatic.
País : Turquía. 2018. Director: Nuri Bilge Ceylan. Intérpretes: Dogu Demirkol, Murat Cemcir. Duración: 188 minutos. Idioma: Castellano y VOSE (turco).
lugar, con seres que esconden sus sentimientos, como esa joven con alma salvaje condenada a cerrarse en la tradición, o el amigo despechado, o esos discursos religiosos entre imanes que marcan un pulso a un país, Turquía, a medio camino de una democracia y a medio de los más puros hábitos del pasado.
El turco Nuri Bilge Ceylan es un poeta de la imagen, un cineasta que congela el tiempo, que estanca las imágenes con gran belleza al tiempo que ejecuta reflexiones constantes sobre el individuo y sobre lo que lo envuelve, que articula profundos diálogos que resuenan sinceros y directos, donde nada se esconde, ni la amargura, ni el desencanto, ni las propias contradicciones que el ser humano provoca en sus actos y palabras.
Y en esa vuelta al pasado por parte de un personaje joven -en ocasiones engreído y despreciativo, desilusionado en su intento de publicar un libro que dé visibilidad a gente anónima- es cuando el núcleo familiar cobra esa importancia vital, ese choque que lo distancia, que lo desvincula cada vez más de su propio entorno, sobretodo con la figura del padre, ludópata pero libre de pensamiento, un ser especial que no encaja, que sueña y que crea una atmósfera irreal dentro de un mundo real.
Esas piezas destinadas a mirarse como en un espejo forman parte de la esencia de una película perfectamente narrada, que nos habla del paisaje exterior y del interior con sosegada armonía, pacientemente en su extenso metraje, sin importar si puede provocar rechazo o no en el espectador porque lo que El peral salvaje propone es de una belleza impecable, como un ejercicio de sabiduría que se nos regala sin regatear tiempo.
Nuri Bilge Ceylan guarda la propiedad de extraer imágenes que seducen por su perfección y las refuerza con la palabra, con todo lo que quiere explicar del ser humano, con su sentir y sus imperfecciones, que también sirven para construirlo.
Siguiendo la estela de sus magnéticas obras como Lejano, Érase una vez en Anatolia o Sueño de invierno, este cineasta tan particular vuelve a demostrar con El peral salvaje que es un maestro artesano de un cine condenado a perdurar en la memoria.