CRÍTICADECINE
Los vínculos afectivos
LOLA Y SUS HERMANOS
Es viejo aquello de que la familia no se elige, y por ello, nos encontramos con hermanos equidistantes en personalidad, en visión de la vida, y cada uno con sus deseos y sus frustraciones, sus diferencias que van de lo social a lo emotivo. Pero existe un vínculo que difícilmente se deteriora, un vínculo de sangre que pese a desavenencias siempre acaba por acercarlos, por mantener una tendencia a quererse y a salvar obstáculos, como los que nos muestra el actor y director Jean-Paul Rouve que se guarda el papel de uno de estos hermanos que se reúnen puntualmente frente a la tumba de sus padres para comentar sus estados de ánimo, sus problemas, sus siempre salvables desavenencias. En Lola y sus hermanos, cada uno lleva sus sensibilidades a cuestas, como la propia Lola, abogada de divorcios que encuentra el amor en un cliente y ansía ser madre; Benoît, oculista al que el matrimonio nunca se le dio bien y que ahora tiene a su tercera esposa embarazada, y Pierre, separado, experto en derribos al que un error lo ha dejado en el paro. La película nos habla de la cotidianeidad, de personajes de a pie con sus motivos personales, unos más cómicos que otros pues estamos ante una comedia dramática con buenos sentimientos con un denominador común: la querencia, el apoyo familiar para superar tanto las crisis del día a día como las que nacen entre ellos a causa de sus propios caracteres. Y es que Lola y sus hermanos es una película con vocación de ser de todas partes, pero marcada por el estilo francés de Rouve, de esas historias a las que tanto partido le saben sacar. Apelando a las buenas intenciones, a que todo funcione para que no te fastidien el día, y eso se agradece.Dirección: Jean-Paul Rouve.
Intérpretes: Ludivine Sagnier, José García.
Producción: Francia, 2018.
Cines: Screenbox Funatic
★★★☆☆